Editorial Acantilado
Fecha de edición enero 2011 · Edición nº 1
Idioma español
Traducción de Horacio Colmenares, David
EAN 9788492649846
128 páginas
Libro
encuadernado en tapa blanda
Dimensiones 11 mm x 18 mm
Thomas Tracy tenía un amigo imaginario; un tigre que en realidad era una pantera negra. Su tigre le acompañaba allí donde iba y sólo él podía verlo. Un día, durante la hora de la comida, Thomas se enamoró perdidamente de Laura Luthy, una bella chica que llevaba un precioso vestido amarillo, pero su romance acabó de manera abrupta y Thomas se marchó a California. Varios años después decidió volver a Nueva York y, al caminar por la Quinta Avenida hacia la catedral de San Patricio, Thomas se dio cuenta de que el tigre era real. El pánico se desató, la policía actuó y el tigre huyó herido para esconderse. De esta manera nos habla Saroyan sobre el amor, el alma humana y la importancia de creer, no sólo con la mente, sino también con el corazón. William Saroyan (Fresno, California, 1908-1981), hijo de inmigrantes armenios, abandonó los estudios a los quince años de edad y empezó a escribir febrilmente mientras subsistía gracias a pequeños trabajos precarios (como el de la Compañía de Telégrafos de San Francisco). A principios de los años treinta aparecieron sus primeros relatos y, en 1934, con la publicación de El joven audaz sobre el trapecio volante (Acantilado, 2004), obtuvo un reconocimiento general, que creció aún más con la aparición de Me llamo Aram (1940; Acantilado, 2005), La comedia humana (1943; Acantilado, 2004), Las aventuras de Wesley Jackson (1946; Acantilado, 2006), Cosa de risa (1951; Acantilado, 2008) y El tigre de Tracy (1951; Acantilado, 2011). FRAGMENTO
Thomas Tracy tenía un tigre.
En realidad era una pantera negra, pero esto no tiene la menor importancia, puesto que él creía que era un tigre.
Tenía dientes blancos.
Así es como encontró a su tigre:
Cuando tenía tres años y se dejaba llevar por el sonido de las cosas, alguien dijo: ¡Tigre! . Sea lo que fuera un ¡tigre! , Tracy quería uno.
Un día, caminando por la ciudad con su padre, vio algo en la ventana de un restaurante de pescado.
Cómprame ese tigre dijo.
Eso es una langosta contestó su padre.
Entonces no la quiero dijo Tracy.
Muchos años después, Tracy visitó el zoológico con su madre y vio un tigre de verdad en una jaula. La palabra se parecía un poco al tigre, pero no era su tigre.
A lo largo de los años, Tracy vio imágenes de todo tipo de animales en diccionarios, pinturas, enciclopedias y películas. Numerosas panteras negras acechaban entre estos animales, pero ni una sola vez se le ocurrió pensar que alguna de ellas podía ser su tigre.
Sin embargo, un día Tracy fue al zoológico solo. Tenía quince años de edad, fumaba cigarrillos y miraba con interés a las chicas. De pronto, se encontró cara a cara con su tigre.
Se trataba de una pantera negra dormida que se despertó al instante, levantó la cabeza, miró fijamente a Tracy, se alzó sobre sus cuatro patas, impló como hacen las panteras y dijo algo que sonaba como Eyeej . Luego caminó hasta el borde de la jaula, se detuvo un momento a mirar Tracy y regresó a la plataforma sobre la que había estado durmiendo. Se dejó caer pesadamente y miró de hito en hito el espacio lejano: a tantas millas y años de distancia como caben en el espacio.
Por su parte, Tracy se quedó observando a la pantera negra.
La observó durante cinco minutos, arrojó su cigarrillo al suelo, carraspeó, escupió y salió del zoológico.
He ahí mi tigre dijo.
No regresó al zoológico a observar una vez más a su tigre, pues no hacía falta. Se había apropiado de él. Se había apropiado cabalmente de él, en los cinco minutos en que lo había observado mirar al infinito con el terrible orgullo y resignación de los tigres.
II
Cuando tenía veinte años de edad, Tracy y su tigre se mudaron a Nueva York, donde Tracy consiguió un empleo en Otto Seyfang's, una compañía importadora de café ubicada en la calle Warren, en Washington Market. La mayoría de los establecimientos del área eran almacenes de alimentos, así que, además de tener café gratis en el Departamento de Cata , Tracy contaba también con frutas y verduras gratis.
El sueldo que Tracy recibía por su trabajo no especializado era ínfimo, si bien éste era abundante y difícil. Al principio, echarse un saco de cuarenta y cinco kilos de café al hombro y caminar cerca de cincuenta metros con él no era tarea fácil, pero pasada una semana esta labor apenas revestía dificultad. Hasta el propio tigre llegó a sorprenderse de la facilidad con la que Tracy transportaba los sacos de un lado a otro.
Un día, Tracy visitó a su superior inmediato un hombre llamado Valora con el fin de discutir su futuro.
Quiero ser catador de café dijo Tracy.
¿Y a ti quién te ha preguntado nada, chaval? dijo Valora.
¿Quién me ha preguntado qué?
¿Quién te ha preguntado si querías ser catador?
Nadie.
¿Y tú qué sabes de la cata del café? preguntó Valora.
Que me gusta el café contestó Tracy.
¿Y qué sabes de la cata del café? volvió a preguntar Valora.
He hecho mis pinitos en el Departamento de Cata.
Lo que has hecho es tomar café con dónuts en el Departamento de Degustación, chaval, como todos los que no son catadores profesionales dijo Valora.
Cuando el café estaba bueno, yo lo sabía dijo Tracy . Cuando estaba malo también lo sabía.
¿Cómo lo sabías?
Probándolo.
Hay tres catadores aquí: Nimmo, Peberdy y Ringert dijo Valora . Llevan trabajando para Otto Seyfang veinticinco, treinta y tres y cuarenta y un años, respectivamente. ¿Cuánto tiempo llevas tú trabajando para la compañía?
Dos semanas.
Y quieres ser catador
Así es, señor.
En dos semanas quieres saltar hasta arriba del escalafón
Así es, señor.
No quieres esperar tu turno
No, señor.
En ese momento, Otto Seyfang en persona entró en la oficina de Valora. Éste se levantó de la silla de un salto. Pero a Otto Seyfang, hombre de setenta años, esto es decir, lo del salto le parecía inadmisible, por lo que dijo:
¡Siéntese, Valora! ¡Continúe!
¿Que continúe? dijo Valora.
Vamos, continúe con lo que estaba haciendo antes de que lo interrumpiera. Y no se haga el tonto dijo Otto Seyfang.
Hablábamos de que este chico nuevo quiere obtener un puesto de catador.
Continúe.
Lleva dos semanas aquí y ya quiere ser catador.
Continúe y discútalo con él dijo Otto Seyfang.
Sí, señor contestó Valora. Se volvió hacia Tracy . O sea, que tras sólo dos semanas aquí quieres obtener un puesto que Nimmo, Peberdy y Ringert no obtuvieron hasta llevar en la compañía veinte, veinticinco y treinta años, ¿no es así?
Así es, señor dijo Tracy.
¿Conque pretendes venir a Otto Seyfang's y obtener de buenas a primeras el mejor puesto que tenemos?
Sí, señor.
Supongo que dominas la cata de café
Sí, señor.
A ver, dime, ¿a qué sabe un buen café?
A café.
¿A qué sabe el mejor café?
A buen café.
¿Cuál es la diferencia entre un buen café y el mejor café?
La publicidad contestó Tracy.
Valora se dio la vuelta para mirar a Otto Seyfang, como preguntándole: ¿Qué hacemos con un listillo como éste que acaba de llegar a la ciudad? , pero Otto Seyfang no hizo el menor gesto para fomentar la actitud de Valora. Simplemente esperó que éste continuara.
No hay vacantes en el Departamento de Cata dijo Valora.
¿Cuándo habrá una vacante? dijo Tracy.
En cuanto Nimmo se muera dijo Valora . Pero hay treinta y nueve empleados más en la compañía antes que tú para ocupar el puesto.
Falta mucho para que Nimmo se muera dijo Tracy.
Le diré que se apresure contestó Valora.
No quiero que Nimmo se apresure.
Pero quieres su puesto, ¿no es así?
No, señor dijo Tracy . Quiero que haya cuatro catadores en el Departamento de Cata.
Y tú quieres ser el cuarto dijo Valora . No que sea Shively, que es el siguiente en la lista
|