Las cosas hermosas que escribiremos si poseemos talento están en nosotros, difusas, como el recuerdo de una melodía que nos cautiva sin que podamos acordarnos de ella , escribe Proust en Contra Sainte-Beuve, y en efecto, en esta obra el autor empezó a recordar esa melodía que se convertiría, años después, en su célebre En busca del tiempo perdido. Bajo la forma de una conversación con su madre, Proust despliega numerosos motivos de esa cadencia: momentos en que un pequeño gesto del presente le lleva al pasado (entre ellos la escena que prefigura aquella otra, famosa, de la magdalena); el insomio y los sueños; los ruidos de la calle que se cuelan en la habitación; una hermosa condesa; la impresión que causa en él un rayo de luz en el balcón; la llegada a Venecia; páginas memorables sobre Sainte-Beuve, Nerval, Baudelaire y Balzac; los Guermantes; la infancia en Combray...Contra Sainte-Beuve. Recuerdos de una mañana es un conjunto de fragmentos, de índole y origen diversos, que Proust redactó entre 1908 y 1909 y que quedó inédito a la muerte del autor. Si al principio dudó entre un ensayo de factura clásica en torno a Sainte-Beuve o un relato que comenzaría una mañana, cuando su madre se acercara a su cama y ambos dialogaran sobre literatura, poco a poco la narrativa fue ganando terreno para ir convirténdose en relatos en torno a la memoria recuperada.
Autor de una de las cumbres de la literatura universal, el ciclo A la busca del tiempo perdido, nació en París, en 1871, en el seno de una rica familia con ascendencia católica y judía. Enfermizo e hipersensible, desde su primera juventud fue acentuando su vocación literaria y estética. Dedicado a la escritura desde 1896, publicó colecciones misceláneas, Los placeres y los días, o su Contra Saint-Beuve, un libro que dejaría rastro en su futura obra magna. Durante varios años se empeñó en una especie de autobiografía espiritual, Jean Santeuil, que dejó sin publicar. Realizó traducciones de John Ruskin. Cuando murió su protectora madre en 1905, aislado y maniático, luchando contra los ataques de asma, se dedicó por entero a completar hasta su último aliento el gran conjunto narrativo À la recherche du temps perdu. Compuesto de siete tomos y miles de páginas, se publicó entre 1913 y 1927, y más de la tercera parte saldría de forma póstuma. También dejó un epistolario inmenso. Falleció el 18 de noviembre de 1922 por causa de una neumonía, a la edad de 51 años.
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