Un preso de la Inquisición española se enfrenta al inaudito dilema de tener que decidir si morir acuchillado por un péndulo o precipitarse al vacío. En Italia, Montresor urde una cruel venganza sobre Fortunato en la noche de Carnaval. A orillas del Rin, un joven recuerda a la bella y misteriosa Ligeia, recientemente fallecida. Pero su espíritu parece renacer entre las tinieblas. En plena alta mar, en un espacio liminal a caballo entre los sueños y la realidad, un tenaz pasajero busca abrirse camino en un buque fantasma.
Edgar Allan Poe es uno de los escritores más conocido, y a la par más oscuro, que jamás haya generado la historia de la literatura norteamericana. La legendaria fascinación que ha ejercido en sus lectores le convierte en un personaje menos maldito y provocador de lo que sus críticos y detractores han insistido en cultivar. Amamos a Poe tanto como le tememos. Tal vez se deba a sus macabras e indómitas historias, a su disoluto estilo de vida o su cariz antisocial. Sea como fuere, doscientos años después de su nacimiento y a pesar de las numerosas biografías dedicadas a su figura, sabemos que esta recopilación de relatos emblemáticos publicados por Navona nos depara emociones desgarradoras e ideas poco convencionales. Pero quizá sea esta la única manera de conocer al auténtico e insondable Edgar Allan Poe.
Edgar Allan Poe hijo de unos actores ambulantes de teatro, se quedó huérfano a los dos años. Fue criado por John Allan, un hombre de negocios rico, y educado en Inglaterra y Norteamérica. Su vida universitaria fue rebelde y libertina, en esta época es cuando el poeta empieza a beber, hasta que es expulsado de la Universidad de Virginia por jugador. En 1827 escribió su primer volumen de poesías, Tamerlán, en la que se denota una leve inclinación byroniana. En 1830 lo admitieron en la Academia Militar de West Point, de la que pronto fue expulsado. A partir de entonces se inicia su agitada carrera literaria.<br> Vivía al día, como periodista con un sueldo mediocre, pero estas actividades lo llevaron a conseguir muchos trabajos en calidad de colaborador y posteriormente, llegar a la dirección de numerosos periódicos, entre ellos el Southern Literary Messenger, el cual se convirtió bajo su dirección en el más importante periódico del sur. Por todos estos empleos recibía un sueldo mísero, pero a cambio le daban la oportunidad de publicar sus relatos, lo que le proporcionó fama; sin embargo, la mayor parte del tiempo vivió el la más absoluta miseria, con algunos lapsos de relativa calma.
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