Nous avons tout à l'heure touché en passant un point délicat de la vie de Gérard sur lequel, malgré son amitié pour nous, il ne s'expliqua jamais formellement ; car c'était une âme discrète et pudique, rougissant comme Psyché, et, à la moindre approche de l'Amour, se renfermant sous ses voiles. Nous voulons parler de sa passion pour une cantatrice célèbre alors dont nous tairons le nom, puisque son adorateur ne l'a jamais écrit.
Échappant au style convenu de la biographie, Théophile Gautier se livre ici à un exercice sensible et subjectif, l'esquisse du portrait de son ami et poète, Gérard de Nerval. Dans La Vie de Gérard, il évoque son ami défunt par son seul prénom, tombant ainsi les masques du personnage pour mieux toucher à l'intime. Mêlant la mélancolie du souvenir à l'anecdote affectueuse, l'écrivain convie le lecteur à flâner aux confins de l'imaginaire et du réel, jusqu'à toucher le point où fusionnent la littérature et la vie. Derrière l'apparente légèreté du texte, se dessine en creux une réflexion plus profonde sur l'absence, le tragique de la vie et le sens de l'amitié.
Suivi de Une amitié exemplaire par Lionel Menasché.
THÉOPHILE GAUTIER (Tarbes, 1811-1872) nació en el seno de una familia de clase media-baja con la que muy pronto hubo de instalarse en París. Estudió en el Lycée Louis-le-Grand y en el Lycée Charlemagne, donde se hizo amigo del poeta y novelista Gérard de Nerval. Sus predisposiciones naturales orientaban su vida hacia la pintura hasta que conoció a Victor Hugo, quien le inculcó su gusto por la literatura. Gautier asistió con entusiasmo al estreno de su drama Hernani en febrero de 1830. Durante esta velada, que pasaría a la historia literaria francesa, tomó partido por la fracción romántica que defendía a Hugo contra los partidarios del clasicismo. En ese mismo año aparecerá su primera colección de versos, financiada por su padre. En 1835, Honoré de Balzac le ofrece una colaboración con el periódico La Chronique de Paris. Gautier publicará en él (a menudo por necesidad) varios cuentos y críticas de arte. También colaborará con France littéraire y La Presse hasta 1855, consagrándose luego al periódico Le Moniteur universelle hasta su desaparición en 1868. Viajero infatigable, Gautier se declaró siempre fiel a las elecciones estéticas de su juventud, y, aunque su escritura evolucionase a la postre hacia el formalismo, siguió siendo romántica hasta el final. En las últimas décadas, la efervescencia de los estudios críticos en torno a su obra ha hecho justicia a un escritor admirado por autores de la talla de Mallarmé o Baudelaire (quien le dedicó Las flores del mal), pero también marginado por muchos de sus contemporáneos.
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