Editorial Alba
Fecha de edición junio 2012 · Edición nº 1
Idioma español
EAN 9788484287582
398 páginas
Libro
Dimensiones 170 mm x 225 mm
La señora Bovary es el resultado de la observación científica de la realidad. Un libro exhaustivamente documentado hasta el menor detalle, - no como el realismo romántico de Stendhal o Balzac-, para ser considerado, por Zola por ejemplo, como el verdadero fundador de la novela naturalista. No han dejado de correr ríos de tinta en torno a La señora Bovary, que hoy presentamos en una nueva traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Defendida en su día por Baudelaire y Sainte- Beuve, reivindicada por Zola y el naturalismo, rescatada por Sartre y los autores del nouveau roman, admirada por Nabókov, es aún hoy un modelo central de lo que debe y no debe ser una novela. La historia de un adulterio en una ciudad de provincias, sin grandes personajes ni ambientes fastuosos, tuvo un aspecto tan realista que las instituciones se vieron agredidas y abrieron un proceso judicial contra el autor, del que saldría absuelto y que le reportó una fama sin precedentes. Yo celebro que Emma Bovary ?ha escrito Vargas Llosa? en vez de sofocar sus sentidos tratara de colmarlos, que no tuviera escrúpulo en confundir el cul y el coeur, que, de hecho, son parientes cercanos, y que fuera capaz de creer que la luna existía para alumbrar su alcoba.
Gustave Flaubert. En el siglo que afianza la novela como género, destaca la figura de Gustave Flaubert (Ruan, 1821-Croisset, 1880), uno de sus máximos representantes europeos, puente entre el romanticismo y el realismo. Su obra más célebre (una obra maestra) es Madame Bovary (1856), por la que fue llevado a juicio acusado de ofensas a la moral. Su búsqueda de la palabra exacta y su minucioso trabajo estilístico pueden quizá justificar una producción escasa. En Salambó (1862) se acerca a la novela histórica y exótica, para volver a lo contemporáneo en La educación sentimental (1869). En 1874 publicó La tentación de San Antonio, obra de la que redactó tres versiones. En 1877 aparece Tres cuentos, y póstumamente (1881) Bouvard y Pécuchet, un análisis de la estupidez humana, que fue una de sus preocupaciones. Se definía como un hombre-pluma por su intensa dedicación literaria, pero también como un monje en la aspereza solitaria de su retiro en Croisset, que interrumpía a veces para sus reuniones parisinas con Théophile Gautier, los hermanos Edmond y Jules de Goncourt y Guy de Maupassant.
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