En la tercera serie de los Episodios nacionales, escrita entre 1898 y 1900, es decir diecinueve años después de haber concluido la anterior, Galdós retoma la historia de España en el punto en que la había dejado la muerte de Fernando VII , para relatar la difícil etapa de la minoría de su hija, la futura Isabel II, no reconocida por los absolutistas que proclaman rey al infante don Carlos, hermano del rey fallecido. Los liberales arropan entonces a la reina viuda, María Cristina, y se inicia la primera guerra carlista. A lo largo de la serie, Galdós seguirá las vicisitudes de los dos bandos, entre el País Vasco, donde reside la corte absolutista, y Madrid, capital del gobierno liberal, con algunas incursiones en Levante y Cataluña. La serie no sólo contiene numerosos episodios bélicos, como las campañas de los generales carlistas Zumalacárregui y Cabrera, el cerco y la liberación de Bilbao, o las negociaciones que llevarán a término la guerra con el célebre abrazo de Vergara entre Espartero y Maroto, sino que recrea con gran maestría la vida en los dos bandos, con no pocas disensiones internas en sus respectivas cortes, mientras el pueblo intenta continuar viviendo al margen de la guerra. Como en las series anteriores, Galdós crea personajes ficticios que participan en los acontecimientos históricos, pero cuya vida trata de reflejar la del español de a pie. Y se vale a menudo del recurso a la narración epistolar, ya que las cartas conjugan los acontecimientos históricos e íntimos sin necesidad de un narrador omnisciente y con libertad para exponer diferentes visiones políticas y costumbres sociales. Así, el suicidio de Larra, la educación de la futura reina o la concertación de su matrimonio aparecen como acontecimientos que los personajes comentan como parte de su propio transcurrir vital.
Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920) contaba treinta años y solo había publicado tres novelas cuando inició los Episodios nacionales. Bachiller en Artes en Tenerife, se trasladó en 1862 a Madrid para estudiar Derecho y se integró rápidamente en la vida cultural de la capital, cultivando amistades, asistiendo al Ateneo, participando en tertulias, siguiendo los estrenos teatrales y, a partir de 1865, escribiendo en la prensa, con algún viaje al extranjero y el abandono final de los estudios en tiempos de la Revolución de 1868. En ese período se fragua su primera novela, La fontana de oro, publicada en 1870. Después, y durante más de un lustro, lo absorberían las dos primeras series de los Episodios (1873-1879), tras las cuales abandona la novela histórica para dedicarse, durante casi veinte años, a novelar lo contemporáneo, y regresar a aquella en el cambio de siglo.
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