Editorial Trea
Colección Narrativa, Número 0
Lugar de edición
Somonte, España
Fecha de edición febrero 2019 · Edición nº 1
Idioma español
EAN 9788417767051
252 páginas
Libro
encuadernado en tapa blanda con solapas
Dimensiones 120 mm x 200 mm
Estás ante un libro de aventuras. Pero en lugar de piratas, tesoros y dragones, hay personas como tú, acechadas por el tiempo del tigre. El tiempo interior, el del instinto, el de las voces que nos habitan y que no solemos escuchar más que en momentos definitivos. Momentos que pueblan este conjunto de historias donde mujeres y hombres dan un paso más allá, cruzan la línea de la obviedad y se topan con su propio destino.
Absorbentes, inesperadas y cortantes, como flechas surgidas en la espesura de la selva, las historias que componen El tiempo del tigre tienen algo de esa iluminación profana de la que hablaba Piglia; algo de esa visión instantánea que defendía Rimbaud: la que nos descubre lo desconocido en el corazón mismo de lo inmediato.
Todos los relatos están atravesados por la difusa línea que une y enfrenta infancia y edad adulta, España y América latina. Junto a otras fronteras sexuales, perceptivas, morales y vitales, que laten en el interior de las historias. Con una prosa afilada, en la que la risa, la emoción o el temor, sacudirán al lector desde la perplejidad y el desconcierto.
El tiempo del tigre apunta a esa otra realidad, misteriosa, que no encierra la resolución lógica de un enigma, sino el gusto por la sombra. Marcada por las oscuras rayas de tigre que todos tenemos grabadas en nuestra piel. En esa piel que los demás no ven y que, a veces, ni nosotros mismos conocemos.
x{0026}lt;P x{0026}lt;B Miguel de Leónx{0026}lt;/B nació a finales de 1956 en La Laguna, Tenerife. Se crio en el seno de una familia muy humilde, en Valle de Guerra, una zona rural del municipio de La Laguna, a cuya ciudad se trasladó a vivir con diez años, cuando comenzó la enseñanza secundaria. Mayor de seis hermanos, tuvo que ayudar desde niño a sacar a los pequeños adelante. Repartió periódicos, trabajó en una procuraduría y fue aprendiz administrativo en unas oficinas mientras estudiaba el bachiller con los adultos del turno de noche. Con quince años, sin haber terminado del todo el último curso de bachillerato, tuvo que desistir de la asistencia a las clases. Fue peón albañil, freganchín y pinche de cocina, camarero, ferrallista, operador de guillotina y foto montador en una litografía y, por último, administrativo en una empresa importadora, hasta el ingreso en el servicio militar. A su término, fue vigilante jurado y se hizo programador informático estudiando por su cuenta. Trabajó como programador y analista informático y fue gestor comercial en una importante empresa nacional de la que salió en 1991 para establecer una pequeña empresa de la que ha vivido hasta hoy.x{0026}lt;/P
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