El testamento del hijo pródigo

El testamento del hijo pródigo

Morgenstern, Soma

Editorial Editorial Funambulista S.L.
Fecha de edición septiembre 2010 · Edición nº 1

Idioma español
Traducción de Vilardell Jové, Ramón; Neuberg, Emma

EAN 9788496601864
624 páginas
Libro encuadernado en tapa blanda
Dimensiones 14 mm x 18 mm


valoración
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P.V.P.  23,00 €

Sin ejemplares (se puede encargar)

Resumen del libro

Soma Morgenstern (saludado en su día por Robert Musil, Stefan Zweig, Joseph Roth y Walter Benjamin como uno de los grandes autores del siglo XX) escribió en los años 30 (y acabó en 1943 en su exilo neoyorquino) la que es sin duda una de las mejores sagas judías jamás escritas en alemán: Destellos en el abismo. En esta nueva y última entrega que puede leerse con total independencia de las otras dos entregas , El testamento del hijo pródigo, se narra con una autenticidad, una pureza y una belleza sin par el descubrimiento de por qué el padre del protagonista Alfred Mohylewski abandonó en su día la religión judía para convertirse al cristianismo, lo que le acarreó la maldición de su familia. Bajo esta forma de cartas-testamento, escritas desde el frente y que sólo deberán leídas por el hijo al cumplir éste los veinte años, es todo un mundo el que aflora, el del finiquitado Imperio austro-húngaro, narrado con tanta sensibilidad, belleza y humor que el lector no puede por menos de sentirlo cercano e inolvidable. Robert Musil, tras haber leído las cien primeras páginas de la obra le dijo a Morgenstern: Si se muere ahora, estas cien páginas ya pertenecerán a la literatura mundial . Soma Morgenstern nació en Budanow (Galitzia oriental) en 1890 en una familia de judíos religiosos. Estudia derecho en Viena, donde fue periodista para el Frankfurter Zeitung entre 1927 y 1934 y donde frecuenta los círculos intelectuales de la época, sobre todo al compositor Alban Berg y los escritores Joseph Roth y Robert Musil. A principos de los años treinta empieza su trilogía Destellos en el abismo. Huye de Austria en 1939 y tras muchas peripecias llllega a Nueva York en 1941, donde acabará la trilogía. Casi toda su familia es exterminada durante el Holocausto. Obtendrá la nacionalidad estadounidense en 1946. Entre sus obras más importantes están Huida y fin de Joseph Roth así como Alban Berg y sus ídolos. Funambulista, que presenta ahora El testamento del hijo pródigo, tercera parte de la trilogía, publicó en 2008 El hijo del hijo pródigo y en 2009 Idilio en el exilio.
CAPÍTULO I: 1
Iwan Kobza estaba en su granja departiendo con Onufryj Borodatyj. Hablaban de su vecino, Schabse Punes, el mercader de caballos, que estaba delante de su casa mirando cómo Walko Gulowatyj, llamado el Semental, baldeaba el landó, el carruaje de viaje de su amo, y lo frotaba con un cepillo. Era muy de mañana. El sol, un disco rojo de fuego, se levantaba justo por detrás de la granja de Kobza, cual si fuera una luna llena: próximo, redondo y fresco.
No hay mercado hoy dijo Onufryj Borodatyj . A saber dónde puede írsenos el Cólera...
No era una pregunta, sino una constatación lo que Onufryj planteaba en tales términos. Por eso Kobza no respondía. Éste, a su vez, hizo la siguiente constatación:
Sí, dónde puede írsenos hoy el Cólera...
De tal manera cruzaban sus comentarios en el jardín de Kobza, pero sin llegar realmente a un verdadero diálogo. Se diría que cada uno de los dos campesinos sembraba con palabras precavidas la franja de jardín que los separaba, cada cual en su franja, por mucho que fueran de uso común. No es día de mercado en Kozlowa prosiguió Iwan Kobza . No es día de mercado en Rembowlja. No es día de mercado en la ciudad... ¿Dónde irá pues hoy la Peste?
En Rembowlja, el martes es el día de mercado. En Kozlowa, hay mercado los jueves. En la ciudad, el mercado es los miércoles. ¿Dónde caray va a ir el Cólera un lunes por la mañana? preguntó Onufryj.
Hubieran podido responder con facilidad a la pregunta que les ocupaba a una hora tan temprana. Uno de los dos sólo habría tenido que alzar un poco la voz y llamar a Schabse, el vecino. Con toda seguridad, el tratante se habría unido gustosamente a la conversación informado a los campesinos de manera satisfactoria. En efecto, de la misma manera que las relaciones del mercader de caballos con los judíos de Dobropolje estaban cargadas de acritud, y hasta de hostilidad, sus relaciones con los campesinos del pueblo y de la región eran buenas. El hecho de que sus dos vecinos más próximos hablaran de el Cólera y de la Peste para referirse a Schabse, no tenía nada que ver con su personalidad. Era simplemente su manera de hablar. Si uno de ellos, Kobza por ejemplo, preparaba su carruaje un lunes para hacer un viaje, y si le tocaba a Onufryj Borodatyj y a Schabse Punes comentar aquel acontecimiento inhabitual, las palabras del Cólera y de la Peste tendrían en ese caso también el mismo sentido: expresar amistosamente el estupor provocado por un fenómeno insólito. Sin embargo, ninguno de los dos campesinos tenía ganas de llamar al mercader de caballos y hacerle la pregunta. Sabían, de todos modos, cuál era la meta de aquel viaje. Conocían también el motivo. Lo que no conocían era lo que cada uno de ellos podía llegar a saber de las preocupaciones de Schabse. Si estaban departiendo de tal manera de buena mañana, era justamente para intentar descubrirlo. De momento, uno y otro se guardaban de soltar prenda al vecino más de lo que el otro pudiera saber. Empezaban pues sondeándose el uno al otro con prudencia, minucia y gran desconfianza, antes de intercambiar abiertamente opiniones sobre los planes del mercader de caballos. Y si bien aquel día de cosecha prometía ser duro, se tomaron su tiempo para abordar, a través de numerosos senderos tortuosos y varios rodeos, la cuestión que les interesaba por igual a ambos. Un simple campesino es en realidad la más complicada de las criaturas de este mundo, por mucho que se diga. Y un verdadero campesino no se apresura jamás por voluntad propia. Los vecinos habían ya cumplido con las tareas livianas de la mañana. Habían dado de comer a los animales del corral, al igual que a las vacas y a los caballos, y dispuesto al alcance de la mano los aperos. En el interior, las mujeres preparaban el desayuno. Un día de cosecha es algo rudo, pero una conversión entre vecinos puede resultar provechosa. Cuatro ojos ven más que dos. Si a un vecino se le va la cabeza aun cuando fuera judío , ello puede propiciar que un cristiano añada una parcela más a su campo. Cuanto más pequeño sea el tuyo, más grande será el mío... El sol, los dos hombres se daban entretanto perfecta cuenta, había ya subido a la altura de tres o cuatro campesinos por encima del horizonte, cuando Iwan Kobza y Onufryj Borodatyj se pusieron de acuerdo en que a Schabse Punes, el astuto tratante, se le había ido la cabeza: hete aquí por qué estaba a punto de ir a la capital del distrito un lunes, cuando en ningún lugar del mundo se celebra mercado ese día, con la intención manifiesta de dar de nuevo allí con su cabeza. Y sin embargo no eran más que las primeras horas de la mañana. La plata centelleante del rocío nocturno envolvía todavía las hierbas y las hojas soñolientas.
Sin Mechzio no lo logrará sentenció Kobza.
No dijo Borodatyj , no puede llevar su comercio de caballos sin el cuñado. Pero con las tierras, la cosa no aguantará mucho tiempo.
¿Acaso Walko, el Semental, no podría...? sugirió Kobza, tanteando sibilinamente al otro . ¿Un hombre tan fuerte...?
¡Ah, ése! le espetó Onufryj . Fuerte, sí es. Fuerte como un caballo. Pero tiene también el seso de un caballo... Y para demostrar que captaba bien la astucia de Kobza, dio una cabezada pensativa con su testa peinada a tazón y precisó : Quizá el Cólera podrá, a pesar de todo.
No. Te digo que no. No podrá.
¿Quién ha layado el huerto? preguntó Onufryj.
Mechzio respondió Iwan.
¿Quién ha cuidado del vergel? preguntó Onufryj.
Mechzio entonó Iwan.
¿Quién ha labrado? ¡Mechzio! cantó Onufryj.
¿Quién ha sembrado? ¡Mechzio! moduló Onufryj.
¿Quién ha cosechado? ¡Mechzio! cantó Onufryj.
¿Quién ha batido el grano? ¡Mechzio! moduló de nuevo Iwan.
¿Y quién... será apaleado? preguntó Onufryj, el más astuto de ambos, para dar a la conversación unos visos de broma.
Mechzio confirmó Kobza, satisfecho también él de ver que una inocente chanza ponía término a la discusión. Y es que en su casa, en el zaguán, estaba ya una mujer de aspecto imponente, que con voz fuerte llamaba al orden a los dos hombres:
¿Qué pasa? ¿Es hoy día de fiesta? ¡Qué charlatanes estáis hechos los dos!
La sopa de la mañana estaba ya servida. Kobza consideró que era buena señal que su espabilada esposa le hubiera preparado el desayuno más prontamente que la señora Borodatyj.





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