Editorial Espasa
Colección Austral. Serie azul: narrativa, Número 0
Fecha de edición enero 2010 · Edición nº 1
Idioma español
EAN 9788467032536
284 páginas
Libro
encuadernado en tapa blanda
Dimensiones 19 mm x 13 mm
Cuando se publicó El retrato de Dorian Gray, la crítica moralizante no dejó de acusar a su protagonista de ser una figura satánica, corrompida y corruptora, sin comprender que era el héroe de una novela que reflejaba la fatalidad de los románticos. Oscar Wilde (1854-1900) había querido hacer de la belleza un refinamiento de la inteligencia, y para ello sumió a su protagonista, Dorian Gray, en una atmósfera de perversión dominada por el arte y los poderes de un misterio que está más allá de la realidad: gracias a los dioses, el culto a la belleza puede trasladar las huellas del paso del tiempo a un cuadro, mientras el rostro de Dorian Gray permanece inalterado e inalterable.
Cuento fantástico y parábola, El retrato de Dorian Gray sigue siendo una piedra angular entre la ética y la estética, en las relaciones que mantienen el bien y el mal, el alma y el cuerpo, el arte y la vida. Dominado por la ley de la fatalidad, Dorian Gray, que también encarna el mal y su castigo, no deja de alcanzar el objetivo que el propio Wilde quería para su libro: Venenoso si ustedes quieren, pero no podrán negar que también es perfecto, y la perfección es la meta a la que apuntamos nosotros los artistas .
Oscar Wilde (Dublín, 1854 x{0026} x02013; París, 1900) fue poeta, dramaturgo y novelista, y una de las figuras más brillantes y provocadoras del fin de siècle europeo. Estudió en Oxford, donde destacó por su ingenio y su pasión por el arte y la belleza, que pronto convirtieron su nombre en sinónimo de dandi y esteta. Brilló en el teatro con comedias como La importancia de llamarse Ernesto o Un marido ideal, obras de una ironía fulminante. En 1891 publicó El retrato de Dorian Gray, su única novela, mezcla de cuento moral y fantasía decadente. En 1895, tras un escandaloso juicio por homosexualidad, fue condenado a prisión. Murió en el exilio, arruinado, pero con la gloria póstuma de haber escrito algunas de las páginas más afiladas y perdurables de la literatura inglesa.
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