Editorial Gadir Editorial
Lugar de edición
Madrid
Fecha de edición marzo 2011
Idioma español
EAN 9788496974753
Libro
En octubre de 1849, Gustave Flaubert y su amigo el fotógrafo Maxime Du Camp parten de París rumbo a Egipto.
Du Camp viaja, cámara al hombro, con la idea de publicar lo que se convertiría en el primer libro de viajes ilustrado con fotografías.
Ambos ansiaban conocer unas tierras que ya ejercían una poderosa fascinación en Europa a mediados del xix.
El 15 de noviembre llegan a Alejandría e inician una travesía por el Nilo que durará un total de nueve meses, remontando el río hasta la segunda catarata, y regresando a través del Alto Egipto y Nubia.
Las cartas escritas por Flaubert durante esos meses describiendo los detalles del viaje inéditas hasta hoy en castellano constituyen un testimonio excepcional y un documento histórico y literario del mayor interés.
Como relato de viajes, resultan inigualables: a su interés testimonial respecto a uno de los escritores más sobresalientes del xix unen su excepcional calidad literaria y su amenidad, y nos trasladan al Nilo milenario en toda su grandeza, su belleza y su serenidad de la mano, nada menos, que de Gustave Flaubert.
La edición contiene fotografías tomadas durante el viaje por Maxime Du Camp.
Gustave Flaubert. En el siglo que afianza la novela como género, destaca la figura de Gustave Flaubert (Ruan, 1821-Croisset, 1880), uno de sus máximos representantes europeos, puente entre el romanticismo y el realismo. Su obra más célebre (una obra maestra) es Madame Bovary (1856), por la que fue llevado a juicio acusado de ofensas a la moral. Su búsqueda de la palabra exacta y su minucioso trabajo estilístico pueden quizá justificar una producción escasa. En Salambó (1862) se acerca a la novela histórica y exótica, para volver a lo contemporáneo en La educación sentimental (1869). En 1874 publicó La tentación de San Antonio, obra de la que redactó tres versiones. En 1877 aparece Tres cuentos, y póstumamente (1881) Bouvard y Pécuchet, un análisis de la estupidez humana, que fue una de sus preocupaciones. Se definía como un hombre-pluma por su intensa dedicación literaria, pero también como un monje en la aspereza solitaria de su retiro en Croisset, que interrumpía a veces para sus reuniones parisinas con Théophile Gautier, los hermanos Edmond y Jules de Goncourt y Guy de Maupassant.
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