Traducir no sólo es trasvasar unos contenidos de un molde a otro. Es también, casi siempre, prestarles un traje nuevo con el que deambular por otro tiempo. Y lo asombroso es que, disfrazados de poemas españoles de principios del siglo XXI (es decir, vertidos al español de hoy, y en metros de hoy), los poemas de Rudyard Kipling quizá pierdan empaque retórico (amén de, seguro, no pocas cualidades); pero su médula queda intacta, y cualquier imputación que se les quiera hacer respecto a su posible falta de vigencia queda desmentida de inmediato. Kipling es un poeta de hoy, más vivo que muchos que ocupan un lugar más preeminente en el escalafón literario. Contradictorio, polémico, incorrecto, sí. Pero siempre certero en el detalle, y siempre a la altura de la temperatura moral de sus asuntos. Divertido, fresco, ágil. Lúcido. También escandaloso, cómo no, quizá por decir en voz alta lo que otros sólo piensan. Y siempre del lado de la vida; es decir, de la fuerza, la energía, la violencia, el dolor, la compasión. Un trago demasiado áspero, quizá, para ciertos paladares. Pero no por eso menos estimulante.
(Bombay, 1865 - Londres, 1936) escribió relatos, ensayos, novelas y poesía, aunque la mayor parte de su producción son cuentos, género en el que es un absoluto maestro. Iniciado en la masonería a los veinte años, en la logia Esperanza y Perseverancia Nº 782 de Lahore, Punjab, India, su literatura abarca todos los territorios y géneros, pero sobre todos en sus primeros años arroja luz sobre la colonización inglesa de la India. Rechazó el Premio Nacional de Poesía y en tres ocasiones la Orden de Mérito del Reino Unido, que conlleva el título de Sir, lo que contradice su supuesto afán por el imperislismo colonial. Aceptó, sin embargo, el Premio Nobel en 1907. Entre sus obras aparecen libros de relatos como El hándicap de la vida (1891), El libro de la selva (1894), Stalky x{0026}amp; Co. (1899), Puck de la colina de Pook (1906), La casa de los deseos (1926) y las novelas La luz que se apaga (1891), Capitanes intrépidos (1896) y Kim (1901). Su autobiografía, Algo de mi mismo (1937) se publicó póstumamente un año después de su muerte.
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