Editorial Laertes editorial, S.L.
Colección Aventura, Número 23
Fecha de edición junio 2009
Idioma español
Traducción de Olcina i Aya, Emili
EAN 9788475842288
Libro
encuadernado en tapa blanda
De todos es conocido el enorme talento de Edgar Allan Poe para hacernos vivir el terror irracional.
Quizá sean menos los que saben que Poe fue el fundador de la literatura detectivesca, llevando la perfección literaria y la riqueza de estímulos imaginativos hasta un techo que otros (Chesterton o Doyle) rozarán sin abrirle brecha.
Es tópico imputar a Poe la tendencia a perderse en construcciones fantasiosas que reflejan su atormentado mundo interior, pero lo alejan de la realidad de un entorno que casi siempre le fue hostil.
Sin embargo, las obras fantásticas o terroríficas de Poe tienen en común con sus obras detectivescas que el misterio siempre, de algún modo, se hace comprensible.
En la literatura detectivesca, la razón es desafiada, acepta el desafío y vence; y es Poe, el presunto apóstol de lo irracional, el que idea esa fórmula literaria del triunfo de la razón y del hallazgo de lo real detrás de lo quimérico.
Edgar Allan Poe hijo de unos actores ambulantes de teatro, se quedó huérfano a los dos años. Fue criado por John Allan, un hombre de negocios rico, y educado en Inglaterra y Norteamérica. Su vida universitaria fue rebelde y libertina, en esta época es cuando el poeta empieza a beber, hasta que es expulsado de la Universidad de Virginia por jugador. En 1827 escribió su primer volumen de poesías, Tamerlán, en la que se denota una leve inclinación byroniana. En 1830 lo admitieron en la Academia Militar de West Point, de la que pronto fue expulsado. A partir de entonces se inicia su agitada carrera literaria.<br> Vivía al día, como periodista con un sueldo mediocre, pero estas actividades lo llevaron a conseguir muchos trabajos en calidad de colaborador y posteriormente, llegar a la dirección de numerosos periódicos, entre ellos el Southern Literary Messenger, el cual se convirtió bajo su dirección en el más importante periódico del sur. Por todos estos empleos recibía un sueldo mísero, pero a cambio le daban la oportunidad de publicar sus relatos, lo que le proporcionó fama; sin embargo, la mayor parte del tiempo vivió el la más absoluta miseria, con algunos lapsos de relativa calma.
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