Editorial Olañeta
Colección Centellas, Número 0
Lugar de edición
Palma de Mallorca, España
Fecha de edición octubre 2014 · Edición nº 1
Idioma español
EAN 9788497169035
80 páginas
Libro
encuadernado en tapa blanda
Dimensiones 95 mm x 140 mm
Émile Zola (1840-1902) es uno de los mayores escritores franceses de todos los tiempos. En esta obra Zola realiza un brillante ejercicio de estudio de costumbres presentando, no sin cierto humor ácido, el modo el modo en que se efectúa la convención social del marimonioen las diversas clases sociales: nobleza, alta burguesía, comerciantes y pueblo bajo.
Émile Zola nació en París en 1840. La muerte temprana de su padre lo llevó a vivir una infancia llena de privaciones y a dejar la escuela, donde conoció a su amigo, el pintor Paul Cézanne, para buscar trabajo. Su primer contacto con la literatura fue trabajando de dependiente en la librería Hachette; en 1871, ya trabajaba en Los Rougon-Macquart, un proyecto literario que concluiría en 1893 y comprendería veinte novelas entre las que cabe destacar El Tugurio (1877), Nana (1880) y Germinal (1885). La saga, que, inspirada en el modelo de La comedia humana, de Honoré de Balzac, y ambientada en el Segundo Imperio, está compuesta por novelas autoconclusivas con personajes compartidos, supuso el gran legado del movimiento literario del naturalismo, fundado por el mismo Zola. Su implicación en los problemas sociales de Francia no se limitó a sus novelas; tomó un papel activo en el caso Dreyfus en defensa de la inocencia de un militar francés de origen judío acusado falsamente de ser un espía. Lo hizo a través de diversos artículos, entre los cuales se encuentra su célebre Yo acuso (1898). Las consecuencias no se hicieron esperar y el Gobierno orquestó una campaña de difamación contra Zola, que se exilió a Londres y jamás se recuperó del impacto psicológico y económico de luchar contra el antisemitismo y de defender la justicia hasta las últimas consecuencias. Murió en 1902, supuestamente asfixiado, aunque probablemente asesinado por alguien que tapó la chimenea de una estufa. Su funeral en París fue multitudinario. Cuatro años después de su muerte, Alfred Dreyfus fue declarado inocente.
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