Editorial Alquimia Ediciones
Fecha de edición enero 2024
Idioma español
EAN 9789566188353
92 páginas
Libro
Dimensiones 140 mm x 210 mm
En 1840, Emily Dickinson ingresó a la prestigiosa Academia de Amherst, sólo dos años después de que se aceptaran a mujeres. Allí, durante siete años estudió literatura, historia, religión, geografía, matemáticas, biología, griego y latín, y aprendió floricultura, horticultura y jardinería. En una clase de botánica, Emily quedó tan fascinada que empezó a elaborar su propio herbario, en el que acumuló cientos de plantas y flores prensadas, acompañadas de sus respectivos nombres en latín. Así nacerán los poemas contenidos en este volumen, en los que Dickinson se vincula, en su praxis cotidiana de la palabra, no sólo con una amplia variedad de especies vegetales, sino también con los pájaros, pues una importante fracción de su poesía, de una modernidad alejada de sus contemporáneos, está dedicada a la reflexión y contemplación de su entorno natural. "Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, sé que eso es poesía", dirá Dickinson, afirmación que, sin duda alguna, define la experiencia que es su poesía. Estas páginas son destellos sutiles de una amante de la naturaleza, en comunicación con la tierra como alimento diario, su palabra llega hasta nosotros como flechas lanzadas hacia nuestro presente y futuro.
x{0026}lt;P x{0026}lt;B Emily Dickinsonx{0026}lt;/B (Amherst, Massachusetts, 1830-1886) nació en el seno una familia rica y puritana de Nueva Inglaterra. Estudió en la academia de Amherst y en el seminario femenino de Mount Holyoke, cerca de Boston, pero su delicada salud y su rebeldía religiosa la llevaron a abandonar el curso antes de tiempo. Dickinson, que fue una joven activa y llena de vida, se encerró a los treinta años en la casa paterna y ya no salió. No obstante, mantuvo el contacto con los seres queridos a través de sus cartas, tan cuidadosamente elaboradas como sus poemas. Poco después de su encierro, habiéndose reafirmado en su vocación poética, escribió al periodista y crítico Thomas Higginson para saber si sus versos estaban vivos . Pero el genio poético de Dickinson estaba muy por encima de las capacidades de su pobre preceptor , quien le aconsejó no publicar. Las primeras selecciones de sus poemas fueron editadas póstumamente. Paradójicamente, estas corrieron a cargo del arrepentido Higginson y de la escritora Mabel Loomis Todd. Sus poemas gozaron de un inmediato reconocimiento popular. La crítica tardaría todavía muchos años en concederle el lugar que merece en la historia de la poesía universal.x{0026}lt;/P
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