Editorial Ladera Norte
Colección Los libros de Mendel, Número 0
Fecha de edición octubre 2025 · Edición nº 1
Idioma español
EAN 9791399039627
160 páginas
Libro
encuadernado en tapa blanda
Dimensiones 140 mm x 210 mm
Por primera vez en español, una amplia selección de los finos y a veces asilvestrados pensamientos de una mujer singular, Augusta Amiel-Lapeyre, que, anotados a lápiz en pequeños cuadernos, vieron la luz a principios del siglo XX.
Las máximas, tan penetrantes como llenas de humanidad, emoción, ironía y tristeza, forman un conjunto armonioso en su variedad. Fueron destiladas a lo largo de una sosegada vida en el campo, en el sur de Francia, desde donde París se veía como algo ajeno, bullicioso y frívolo, que, sin embargo, era la fuente de todo prestigio.
En una crítica de 1914, leemos, como si fuera hoy: ¿Quién es ese modesto autor, ¿A. A.-L.? Se trata de una mujer, evidentemente. ... Una mujer de mente equilibrada, clara, profunda, que reflexiona, que piensa noblemente y que no escribe más que lo que piensa, con una sencillez perfecta, una propiedad en los términos y unos hallazgos expresivos que dejan en el corazón como una reverberación prolongada. No se puede analizar un libro de pensamientos. Hay que leerlo. Este es una excelente guía para la meditación. A quienes, en la vana dispersión de la existencia moderna, han conservado algo de vida interior y el gusto por la reflexión, los Pensamientos salvajes les proporcionan a la vez una rica materia, soluciones ingeniosas y novedades que no son más que verdades muy antiguas que se han borrado . Un ramillete de pensamientos breves, que deben leerse como fueron escritos: lentamente, saboreándolos.
Lean todos los Pensamientos salvajes. Nos obligan a reflexionar. Están llenos del más elevado genio: el genio del corazón . Jean Soulairol
strong Augusta Amiel-Lapeyre /strong (Villegailhenc, Aude, 1858-1944) fue una mujer reservada, cuya única huella son los cuatro libros de pensamientos salvajes que publicó en vida a instancias de uno de sus tres hijos, el dramaturgo Denys Amiel. En su deseo de anonimato, el primero iba firmado con sus iniciales, A. A.-L., por lo que críticos y lectores se preguntaban quién se escondería tras ellas, intuyendo con acierto que se trataba de una mujer. Casada con André Amiel, organista y compositor, crítico de arte y arqueólogo aficionado, residió en una gran casona abierta hacia un espeso y florido jardín, que era su refugio durante largas horas. Vivió en el ambiente, en su caso muy culto, de la burguesía acomodada de provincias en una Francia en la que la tranquilidad del campo se vería turbada por tres brutales guerras.
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