Editorial Fondo de Cultura Económica
	
					
					
						Colección Filosofía, Número 0
					
					
					   Lugar de edición
					
					Madrid, España
					
					
                    
					
					
					
						Fecha de edición  octubre 2018  · Edición nº 2
					
					
					
						
						
							
						Idioma español-alemán
							
							
							
						
						
						
						
						
						
						
						
						
					
			    	EAN 9789681672256
					
						
						264 páginas
					
					
					
						
					
						Libro
						
							encuadernado en tapa blanda
						
						
						
						
					
					
					
						
					
					
					
								
					
						Dimensiones 160 mm x 220 mm
					
					
						
Gran parte de los críticos de la filosofía moral kantiana, influidos por la interpretación que Hegel hiciera de ella, le han imputado erróneamente el cargo de concebir a los seres humanos como capaces de dejar a un lado todos sus intereses, sentimientos y deseos para actuar únicamente por respeto a una ley moral impersonal que nada tiene que ver con nuestro verdadero yo. Sin embargo, nada hay más alejado del verdadero carácter de la filosofía de Kant que esa interpretación dualista que separa lo racional de lo sensible, lo fenoménico de lo nouménico. Ya desde este ensayo de juventud (1764), Kant presenta a sus lectores la vital interrelación de las diversas facultades humanas, pues la vida es una experiencia infeliz cuando los sentimientos son menospreciados y es gran infortunio la disociación entre sentimiento y razón. Kant muestra que el sentimiento de lo sublime es la esencia del obrar moral y que el sentimiento de la belleza es a su vez símbolo de tal moralidad. Es bien sabido que Kant abordó no pocos de los problemas más arduos de la historia de la filosofía en los campos especulativo y práctico; sin embargo, a menudo se olvida que también abordó asuntos menos difíciles de una manera elegante y oportuna, con un estilo ágil y ameno.
Immanuel Kant (1724-1804): su obra supone un punto de inflexión en la historia del pensamiento, y la modernidad no ha dejado de autoproclamarse reiteradamente como su heredera. No es extraño, pues, que se decida prestar atención a sus textos en una época como la nuestra, más proclive a hacer balances que a incrementar por sí misma su patrimonio. Ésta puede ser la explicación de que últimamente vengan proliferando tanto las traducciones del filósofo de Königsberg.
			
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