Vitiello vuelve su mirada y ofrece su palabra a esa poesia henchida de sabor a tierra, a piedra y a hierba, y cercana en su carácter esquivo y a las veces críptico a nuestra animalidad, perdida ya desde siempre: al animal que nunca fuimos y que siempre podríamos haber llegado o estar llegando a ser.
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