La prosa magistral de Umbral nos devuelve a ese adolescente que mira hacia el niño que ha sido y los trenes que se cruzan en su camino, un adolescente que crece al pasar las páginas y va cambiando su ilusión de ser sublime sin interrupción por el deseo de la mujer amada y el placer de compartir las aventuras con los amigos, en una noche de verano, en una atmósfera donde al negro se le transparentaba el azul. Una novela fresca y sugerente como sólo es la gran literatura.
Las ninfas vino a poner término a bastantes tópicos y a cierto tono, a muchas visiones estereotipadas, a no pocos clichés narrativos y, desde la radical eficacia de un lirismo amargo, puede decirse que clausuraba un período. Cambió su " momento" y hoy lo sabemos. Del prólogo de Gonzalo Santoja.
Francisco Umbral (Madrid, 1932-2007) es una de las figuras más importantes de la literatura española del siglo XX. Tras ganar el Premio de cuentos Gabriel Miró en 1964 por su libro Tamouré, su carrera fue en ascenso, hasta obtener el Premio Cervantes en el año 2000. Provocador y mediático, hizo un fascinante personaje de sí mismo, de pose dandy, en el que verdad y ficción se mezclaban vertiginosamente, a la manera de escritores admirados, como Quevedo, Baudelaire y Ramón Gómez de la Serna. Con una producción casi perpetua, publicó más de cien libros y colaboró con los periódicos nacionales más importantes, a razón de un artículo o más al día. Fueron muy conocidos sus periodos en El País, donde se convirtió en uno de los principales cronistas de la Transición, y El Mundo, en el que escribió desde 1989 hasta su muerte en una sección titulada Los placeres y los días. Su obra está marcada por el memorialismo del yo y es difícil de catalogar en géneros concretos. Junto a Mortal y rosa (1975), que suele señalarse como su mejor libro, pueden destacarse también Lorca, poeta maldito (1968), Las ninfas (1975), La noche que llegué al Café Gijón (1977) o Leyenda del César visionario (1991).
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