El 27 de octubre de 1839, Frances Erskine Inglis partió del puerto de Nueva York con su marido, el primer embajador español en México tras la independencia de ese país. Después de hacer escala en La Habana, el matrimonio llegó a Veracruz y, desde allí, se dirigieron a la capital mexicana, donde permanecerían hasta enero de 1842.
Durante su experiencia centroamericana, la futura Marquesa de Calderón viajó por el país y escribió sus impresiones en una copiosa correspondencia a su familia, que residía en Boston. De estas cartas, la autora escogió 54 para ser publicadas en el libro La vida en México. La primera edición se imprimió en Boston en 1843, con prefacio del historiador William H. Prescott, y posteriormente se publicaría en Londres gracias a la mediación de Charles Dickens.
Frances Erskine Inglis conoció personalmente a las principales personalidades políticas mexicanas -el general Santa Anna, Carlos María de Bustamante, Lucas Alamán, Manuel Paynó...-, pero su atención se centró preferentemente en las modas, pasiones y costumbres de la antigua colonia española, que analiza con una mirada europea caracterizada por su modernidad. Raquel Breznes ha traducido íntegramente esta obra, considerada una joya de la literatura de viajes escrita por una mujer.
Frances Erskine Inglis (1804-1882). Nacida en Edimburgo, en el seno de una familia burguesa, la vida de Frances transcurrió entre la política y la literatura. La quiebra de sus negocios llevó a la familia Inglis a emigrar, primero a Francia y luego a los Estados Unidos, en busca de nuevas oportunidades. En este último destino conoció a los grandes hispanistas norteamericanos, como William Prescott, Washington Irving o George Ticknor, y al que sería, desde 1838, su marido: el político y diplomático español Ángel Calderón de la Barca (1790-1861). Junto a él viviría en Washington, en México x{0026} x02013;donde desarrolló su faceta literaria con su Vida en México (1843), de gran éxito editorialx{0026} x02013; y en Madrid. Tras la revolución española de 1854, el matrimonio tuvo que exiliarse en París hasta regresar definitivamente en 1856. En esos años, Frances editó el libro que nos ocupa y tradujo la biografía de San Ignacio de Loyola del jesuita italiano Daniello Bartoli. Tras la muerte de su esposo, sus últimos años discurrieron mucho más tranquilamente entre el convento y el Palacio Real, al ser nombrada aya de la infanta Isabel. Su faceta literaria, en cambio, decaería tras la publicación del libro aquí editado.
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