Editorial Editorial Anagrama S.A.
Colección Argumentos, Número 475
Lugar de edición
Barcelona, España
Fecha de edición febrero 2015 · Edición nº 1
Idioma español
EAN 9788433963789
472 páginas
Libro
Dimensiones 140 mm x 220 mm
1919; Arthur Eddington afirma que la teoría de la gravedad de Newton debe ser declarada falsa y sustituida por la que propugna Albert Einstein: la de la relatividad general.
Sus conjeturas sólo están al alcance de tres personas, le asegura Ludwik Silberstein a Eddington, que, ante el silencio de su colega, añade No sea modesto, Eddington sólo para encontrarse con una réplica tan inesperada como reveladora: Todo lo contrario; estoy tratando de imaginar quién puede ser esa tercera persona. Así arranca La teoría perfecta; situándose al inicio del largo camino recorrido por la hipótesis einsteiniana como punta de lanza de una de las revoluciones epistemológicas más relevantes del siglo XX.
Y es que entender la teoría de la relatividad equivale a comprender la historia del universo, el origen del tiempo y la evolución de todas las estrellas y galaxias del cosmos .
Para que la entendamos, Ferreira nos cuenta un relato que cautiva: uno que empieza en 1907, con Einstein perfilando su teoría en horas arrancadas a su rutinario trabajo en la oficina de patentes de Berna, y que pronto se convierte en una convulsa y accidentada carrera de relevos poblada de experimentos y refutaciones, trabajos colaborativos y enfrentamientos científicos, errores de cálculo e iluminadoras enmiendas.
Una carrera donde se entrecruzan historia, biografía y anécdota, ciencia y política y guerra y religión, con un reparto coral: Eddington y sus trabajos sobre la curvatura de la luz; Friedman y Lemaître, que llevaron las conjeturas de Einstein más allá de lo que el propio Einstein estaba dispuesto a llevarlas; Hubble y su demostración de la expansión del universo; los agujeros negros de Oppenheimer y la radiación que de ellos predijo que emergería Hawking.
Todos comparecen aquí, hitos en una historia cuya construcción nos revela las virtudes de Pedro G.
Ferreira: su firme, vivaz pulso narrador; su equilibrio compositivo; su didactismo nada condescendiente, que no renuncia a la complejidad.
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