La soltura con la que Pérez Peña se va
moviendo en el psicoanálisis le permite
mencionar temas que para algunos serían tabú
en un pretendido respeto a un Lacan escolar:
le da al cuerpo una adscripción como real,
se refiere sin horror a las zonas erógenas de
Abraham, abre el tema de la llamada por Freud
"represión orgánica".
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