La llave de oro

Madres y madrastras en los cuentos infantiles

La llave de oro

Birkhauser, Sybil

Editorial Turner
Colección Noema, Número 0
Fecha de edición julio 2010 · Edición nº 1

Idioma español

EAN 9788475069319
352 páginas
Libro encuadernado en tapa blanda
Dimensiones 14 mm x 22 mm


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P.V.P.  28,00 €

Sin ejemplares (se puede encargar)

Resumen del libro

Carl Gustav Jung habló de los cuentos infantiles esas historias terribles con madrastas que envenenan, madres que abandonan a sus hijos en el bosque, o viejecitas adorables que se convierten en brujas diciendo sus representaciones maternas son una llave de oro que un hada buena nos puso en la cuna . Una llave de oro que nos abre las puertas de lo inconsciente colectivo y que nos brinda una nueva experiencia literaria y personal al enfrentarnos a historias como Blancanieves', Hansel y Gretel' o La adivinanza'. En este libro original y apasionante, centrado en los cuentos de los hermanos Grimm y en varias historias populares rusas o europeas, la doctora Birkhäuser-Oeri analiza el arquetipo materno profundizando en todas las facetas de la psicología del ser humano y sobre todo de las mujeres: la dificultad para superar la relación con la madre, lo femenino como un modelo negativo, la salvación por la creatividad y la libertad de pensamiento, la importancia de restablecer los vínculos con la naturaleza
Una lectura apasionante para quienes quieran profundizar en sus propias experiencias psicológicas huyendo de los clichés y de la autoayuda al uso.
La autora nació en Basilea en 1914. Estudió en el Jung Institut de Zúrich y realizó un análisis con la doctora Marie-Louise von Franz, conocida psicoterapeuta y especialista en literatura infantil.
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
La invitación de escribir un prólogo se suele aceptar por compromiso; pero en esta ocasión no es así, porque creo de verdad que la presente obra de mi difunta amiga Sibylle Birkhäuser cuenta algo esencial para todo el mundo.
Carl Gustav Jung formuló de un modo tan intrincado sus pensamientos y sus aportaciones científicas que a muchos les resultaba imposible relacionarlos con sus problemas cotidianos, aun refiriéndose a ellos. Sibylle Birkhäuser, con su estilo eminentemente femenino y sobre todo desde la perspectiva de la experiencia intuitiva, ha abordado la problemática de lo materno tanto en la vida práctica como en el trasfondo numinoso y arquetípico del alma humana, empleando los conceptos junguianos de la manera adecuada para facilitarles a las mujeres una esclarecedora visión de sus problemas.
Pero para los hombres también resulta significativa la indagación en estas relaciones arquetípicas, puesto que en ellos el problema del complejo materno está estrechamente ligado a la creatividad. No menos importante resulta la imagen de la diosa de la gran madre , que, como se expone en el último capítulo, determina muchas manifestaciones del espíritu de nuestra época, tanto en aspectos positivos como negativos. El libro de Sibylle Birkhäuser no es un estudio folclórico de los cuentos. Su propósito es tomar de ellos sus irradiaciones míticas para arrojar luz sobre lo oscuro, estableciendo paralelismos con los procesos de lo inconsciente. Es el resultado de la experiencia de muchos años, así como de la confrontación con cuestiones espirituales tanto en su propio análisis como en su posterior trabajo como analista. Este libro está escrito con la intención de ayudar a los demás, y estoy convencida de que lo consigue. Alumbrará a muchos en el oscuro ámbito de las aprensiones y los miedos que una y otra vez nos asaltan desde el reino de las madres . Marie-Louise von Franz
La muerte sorprendió a mi esposa cuando intentaba organizar este libro. Su amiga, la doctora Marie-Louise von Franz, se encargó de la ingente y esforzada tarea de ordenar todos los manuscritos, corregirlos y ensamblar sus partes de modo que el conjunto resultase homogéneo. Por ello deseo manifestarle todo mi agradecimiento. También quiero dar testimonio de mi mayor gratitud al doctor René Malamud por su generoso patrocinio, que ha asegurado la publicación de esta obra. Peter Birkhäuser-Oeri
La llave de oro es un tesoro de profundas visiones sobre los poderes espirituales los arquetipos que nos condicionan, así como de conocimiento sobre el trato con ellos. Sibylle Birkhäuser, por su propia experiencia y por su actividad como analista, conocía bien la realidad de la psique autónoma. Por este motivo, todas sus reflexiones surgen de la experiencia, algo que se percibe en todo momento durante la lectura y que ejerce un efecto balsámico.
Sibylle Birkhäuser fue una extraordinaria narradora de cuentos. Guardo un recuerdo imborrable de una ocasión en la que yo estaba enferma y ella, con su arte, dio vida durante horas a la bruja Baba Yaga en su cabaña alzada sobre patas de gallina. Pero rindió mucho más aún. En su libro, que fue surgiendo poco a poco a lo largo de muchos años, en horas robadas a su familia y a su profesión, también nos aporta una comprensión sobre la antigua sabiduría popular relacionada con la experiencia vital. Lo que sentíamos en la infancia cuando creíamos en la existencia real de la bruja, lo sentimos ahora bajo la piel cuando leemos que la gran madre es una realidad viva, y que es esencial conocerla y comprenderla, pues interviene constantemente en nuestra vida.
Sibylle Birkhäuser, que escribió su libro en absoluto silencio, se sorprendería de la cantidad de lectores agradecidos que han hallado respuestas en La llave de oro a lo largo de estos años y sus sucesivas reediciones y traducciones a otras lenguas. El interés por él no ha decaído. La Fundación de Psicología Junguiana, a la que desde aquí queremos hacer llegar nuestro agradecimiento, es la que ha hecho posible que el libro aparezca de nuevo tras una profunda revisión y actualización. Se ha añadido un apéndice con un breve resumen de los cuentos mencionados. El contenido permanece inmutable, tan fresco y actual como al principio.
Estoy segura de que esta obra aún puede aportar sentido a la vida de muchas personas más. Eva Wertenschlag-Birkhäuser
La base psicológica de mi interpretación de los cuentos se asienta esencialmente en los conocimientos de la psicología junguiana. Carl Gustav Jung nos ha permitido comprender de un modo radicalmente novedoso el sentido de los cuentos y los mitos, gracias a su descubrimiento de los estratos suprahumanos de lo inconsciente colectivo y de los arquetipos. Sin este acceso psicológico no me hubiera resultado posible comprender realmente los cuentos. Por este motivo le estoy profundamente agradecida.
Naturalmente, y soy consciente de ello, existen muchas otras perspectivas desde las que abordar el estudio de los cuentos, por ejemplo la etnológica, la literaria, la estética, la morfológica, la pedagógica, etcétera. Pero al psicólogo le preocupa sobre todo la cuestión de lo que los cuentos nos pueden explicar sobre la psique, pues parte de la suposición de que tras las representaciones de los cuentos se oculta un sentido más profundo e inaccesible.
Para acercarse más al cuento como manifestación, primero conviene conocer mejor el espíritu de los inventores de los cuentos populares: en su mayoría, personas sencillas que vivían próximas a la naturaleza. Los cuentos no son el fruto de elucubraciones conscientes, sino que surgen de un modo muy espontáneo y alcanzaron su forma definitiva gracias a los numerosos narradores que los volvieron a contar. Por ello representan problemas humanos colectivos más que individuales, que se expresan en el lenguaje simbólico típico de lo inconsciente. Pero no por el hecho de que el origen de los cuentos esté profundamente arraigado en lo inconsciente y sean válidos para una gran mayoría resultan fáciles de comprender. Esto lo sabe todo aquel que ha intentado interpretarlos en serio. El cuento no nos desvela su sentido con facilidad porque lamentalidad del ser humano ligado a la naturaleza que lo soñó, al igual que la del niño, es muy diferente a la de un adulto normal de hoy en día.
El cuento es una creación inconsciente de la fantasía, comparable a un sueño. La diferencia es que no es el producto de una fantasía individual sino de la de muchas personas, incluso de pueblos enteros. Por esta razón no se refiere exclusivamente a las dificultades psicológicas individuales, ya que posee un carácter mucho más general que el de la mayoría de los sueños. Cuando el psicólogo interpreta un sueño, se encuentra frente a una persona muy concreta cuyos problemas personales conoce, y sabe que el sueño es una respuesta de lo inconsciente a tales problemas. Pero en la medida en que los cuentos son en gran parte producto de la fantasía colectiva, pueden considerarse sueños de la humanidad, y responden a problemas de la humanidad. En los cuentos se representa el drama del alma, y los personajes que los interpretan se encuentran en cualquier mente. Puesto que el intérprete también forma parte de la humanidad, en los cuentos halla también respuesta a sus problemas, no a los pequeños problemas cotidianos, sino a los más profundos, aquellos que comparte con el resto de los seres humanos. No es solo un observador objetivo, sino que, a través de los cuentos que no ha inventado él, y comprendiéndolos correcta o incorrectamente, interpreta también su propia psique. No es pues, en última instancia, la razón la que permite a los seres humanos descubrir de nuevo la fuente de la que mana el conjunto de experiencias que vemos representado en los cuentos. Ellos son el testimonio de un tesoro de experiencias psíquicas que a la razón ya no le resulta accesible debido a su estrechez de miras. En términos psicológicos, se trata de reencontrar el acceso a lo inconsciente. A través de la relación con lo inconsciente se recupera la unidad que el ser humano perdió al abandonar la infancia. La interpretación de los cuentos, de modo parecido a la interpretación de los sueños, es un intento del hombre moderno por tender un puente hacia lo inconsciente y, con ello, hacia la riqueza de su mundo íntimo de imágenes. Para muchas personas las imágenes que ya no pueden comprender carecen de significado; y esto, dado que tales representaciones ocultan, por así decirlo, un tesoro inagotable de conocimientos, supone una notable pérdida. El intento de reabrir una vía de acceso a ellos mediante la comprensión bien merece el esfuerzo. Dado que Jung siempre tenía presente la totalidad del ser humano a la hora de formular sus conceptos, estos resultan especialmente adecuados para la interpretación de las imágenes de los cuentos.
Aprendimos de Jung a utilizar con sentido el buen bisturí del conocimiento científico, no para destruir el alma sino para abrir un nuevo acceso hacia sus incalculables valores. Para Jung, lo inconsciente no solo es el lugar que alberga las represiones. Llegó tan lejos en su conocimiento del alma humana como para descubrir que todo lo nuevo brota de lo inconsciente, y que este es la inagotable matriz de la que nacen la vida física y psíquica. Este descubrimiento es lo que define la psicología junguiana. Establece un punto de vista según el cual siempre hay que contar con lo inconsciente como un actor vivo, tanto para lo bueno como para lo malo. Porque de él mana el agua de la vida.
Todas las figuras de los cuentos (las hadas buenas, los dragones, las brujas y los enanos) pertenecen a los niveles más profundos de nuestra psique; son representaciones arquetípicas. Influyen en nosotros las conozcamos o no, pues se trata de realidades psíquicas. La interpretación junguiana no intenta explicarlas, sino mostrar a través de ellas un camino hacia una experiencia íntima representada simbólicamente en las imágenes de los cuentos. Según esta concepción, lo que acontece en los cuentos es una vívida realidad psíquica. Comprenderla significa comprenderse a uno mismo. Vivir sin conocer este mundo de imágenes significa vivir separado de la fuente misma de la vida. Jung descubrió que este es el mito del que vivimos, y con el trabajo que realizó a lo largo de toda su existencia nos puso en contacto de nuevo con este mito. Parece ser que en lo más profundo de lo inconsciente del ser humano se encuentra una especie de cámara donde se hallan los tesoros del conocimiento que conciernen a la experiencia psíquica, y encontrar el acceso supone un gran enriquecimiento para nosotros. Jung denominó a este nivel de la psique el inconsciente colectivo . Las imágenes primordiales del comportamiento humano son comparables a los patterns of behaviour patrones de conducta de los animales.
La interpretación de los cuentos es una forma de analizar estas representaciones arquetípicas a través de las figuras de lo inconsciente colectivo. Es un intento de establecer un nexo entre dicho inconsciente colectivo y lo consciente y sus conceptos. Para hacer justicia a la necesidad de lo consciente y su mundo de conceptos abstractos, deben encontrarse formulaciones psicológicas de aquello que el cuento expresa en imágenes.
El concepto abstracto siempre expresa mucho menos que la imagen, la cual, además de ser generalmente más hermosa, puede servir, aunque ya no se entienda, para una nueva comprensión existencial.
Al interpretar intentamos establecer, comparando entre cuentos parecidos, mitos, imágenes religiosas y sueños, las relaciones que nos desvelen el sentido que se esconde bajo la superficie, y que suele poseer una sorprendente profundidad y belleza. Interpretar significa en realidad señalar aquello que el hombre moderno a menudo ha dejado de ver. Actualmente vivimos en los niveles superiores de nuestra estructura psíquica o, para emplear otra imagen, vivimos separados de nuestras raíces, de nuestra propia profundidad.
Los cuentos contienen casi exclusivamente fantasías arquetípicas, es decir, sus representaciones reflejan a su manera la estructura esencial de la psique. Por eso suelen expresar aquello que todo ser humano sabe en el fondo, o sea lo más evidente. Entonces, podría preguntarse, ¿por qué necesitamos una interpretación? Precisamente porque a menudo ignoramos lo más evidente, por habernos perdido en el mundo de la consciencia. Algunos son de la opinión de que un cuento sencillo no puede abordar problemas profundos y que su interpretación es solo una interpretación aproximada. Sin embargo, para mí la interpretación es una especie de traducción. Y cuanto más cuidadosa sea la traducción, más sorprendente resultará el hallazgo. ¿Y por qué debería ser de otro modo? También el zoólogo o el botánico, gracias a una labor minuciosa, descubren procesos en la naturaleza que reposan sobre una inteligencia de la que antes nada sospechaban y que tal vez supere a la suya propia. ¿Por qué no? ¿Por qué no va a existir fuera de nosotros una inteligencia superior a la de nuestra conciencia? ¿Y por qué no deberíamos intentar apropiarnos de esta sabiduría del inconsciente? Lo mismo hacemos cuando interpretamos los sueños. A veces nos encontramos con un paciente cuyo problema no comprendemos al principio. Solo la cuidadosa interpretación de sus sueños puede indicarnos lo que le ocurre.
Por una parte, los cuentos nos hablan de una mentalidad muy primitiva, que procede de un tiempo en el que el ser humano proyectaba toda su psique en la naturaleza y se identificaba por completo con ella. Los árboles y los animales poseían voz propia y expresaban los pensamientos y sentimientos inconscientes del ser humano. Al estudiar las religiones primitivas todavía podemos observar con gran claridad este estado espiritual. El hombre primitivo, cercano a la naturaleza, que inventó los cuentos no es una mera reliquia del pasado, como cabría pensar, sino que pervive en todos nosotros. Forma parte de una zona de nuestra psique con la que casi todos hemos perdido el contacto. Si fuera insignificante, podríamos ignorarlo sin más. Pero no lo es. El sueño de una sola noche nos puede aclarar lo enriquecedores que son los consejos de esta voz que procede de lo inconsciente, y lo valioso que resulta para nosotros comprenderla.
La relación con esta parte de nosotros mismos puede protegernos de desviaciones neuróticas, aparte de ser una fuente de vitalidad y fantasía creativa. Por ello tiene un gran valor para nosotros volver a comprender la mentalidad de esta parte de nuestra psique, a la que quiero denominar el ser humano natural . Este se distingue de nosotros, por ejemplo, en que no habla un lenguaje abstracto como el nuestro. Tampoco vive como nosotros en un mundo de contradicciones conscientes. Nuestros conceptos del tiempo, del tipo hoy o mañana , no desempeñan un papel tan determinante como para nosotros. Él vive en una relativa eternidad. También sabe que existen los milagros, y los expresa en los cuentos.
Todo esto resulta difícil de comprender para nuestro pensamiento científico y nuestro modo de razonar. Pero no debemos renunciar a ello sin más y retroceder a la mentalidad primitiva (la del ser humano natural) como muchos hacen hoy. Esto es algo que quiero subrayar especialmente. Nuestra tarea sería más bien la de aceptar, conservando el punto de vista consciente, que existe otro modo de comprender la existencia, y que esta no solo se encuentra en los cuentos, sino que también pervive en nosotros. Solo así podremos establecer de nuevo el vínculo entre ambas perspectivas.
Un ejemplo de lo ajena que nos resulta la visión primitiva es la aparente incapacidad de esta para distinguir entre el sujeto y el objeto. Gracias al desarrollo del entendimiento, hemos aprendido a establecer más o menos una distinción entre lo de fuera y lo de dentro, lo cual, evidentemente, era necesario si no queríamos seguir siendo eternamente niños. Lo que une a los seres primitivos con el ser humano actual, consciente y completo, es que ambos poseen un conocimiento de los contenidos vivos del alma. El ser primitivo todavía sabe de ello, mientras que el sabio es aquella persona que ha encontrado el camino para llegar a este conocimiento, y sabe de un modo más consciente lo que nos dicen los cuentos y los mitos.
La evolución intelectual, positiva en sí misma, ha ido ligada a una pérdida cuyo equilibrio deberíamos restablecer. Es cierto que aprendimos a distinguir entre la realidad intrapsíquica y la realidad externa. Ya no somos tan inocentes como los seres primitivos, los cuales, cuando se internan en el bosque y ven a un ser demoníaco, lo consideran como un ser externo y real y parecen no saber que están experimentando una visión. Sin embargo, nosotros solemos reprimirlas, porque sabemos que carecen de realidad externa; pero así hemos perdido el acceso a la actividad singular del alma y sus contenidos más profundos. La auténtica introspección se ha vuelto algo extraño para nosotros. Y eso conlleva una gran pérdida. A causa de esta extrañeza se ha producido una escisión psíquica, una separación de nuestros niveles psíquicos más profundos, un aislamiento del Yo. El ser humano primitivo todavía poseía este acceso directo a lo inconsciente, y expresaba su visión interior a través de las imágenes de los cuentos, con todos sus horrores y maravillas. Estas manifestaciones constituyen el drama íntimo del alma que, inadecuadamente, siempre intentamos reducir a algo externo. Resulta de vital importancia pensar en este peligro cuando interpretamos los cuentos. Nuestra mirada se dirige casi siempre hacia el exterior. Pero solo si buscamos en nuestro interior, en la realidad de lo inconsciente, podremos entender el sentido auténtico de los cuentos y hallar nuestro propio ser completo.




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