La ciudad líquida y otras texturas

La ciudad líquida y otras texturas

Leal, Filipa

Editorial Sequitur
Fecha de edición noviembre 2010

Idioma español

EAN 9788495363787
80 páginas
Libro Dimensiones 13 mm x 20 mm


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P.V.P.  10,00 €

Sin ejemplares (se puede encargar)

Resumen del libro

Destacada representante de una poesía joven de gran predicamento en tierras lusas, Filipa Leal, como todo creador, no sólo busca entender el mundo sino que crea mundos que nos sirven para comprender mejor la realidad o para evadirnos de ella. Su poesía se asienta en el mundo para crear otros mundos desde los que contemplar la realidad. Su ciudad líquida es una distorsión de la imagen de lo real que se produce por esa ley física de la refracción de la luz. II. Nosotros, la Ciudad
O PRINCÍPIO DO AMOR
As pessoas ordenavam-se mal.
Ordenavam mal
o princípio do amor, da cidade.
Faziam filas (e filhos) à porta.
Ordenavam-se talvez
como quem conhece o trajecto
para casa.
Sonâmbulas, repetidas:
ordenavam, ordenavam.
Algumas enlouqueciam
pacientemente à porta,
antes de entrar.
Entende: ordenavam-se
t o sem desordem
nessa espera
que algumas morriam
imediatamente à porta
logo que entravam.
EL PRINCIPIO DEL AMOR
Las personas ordenaban mal.
Ordenaban mal
el principio del amor, de la ciudad.
Hacían filas (e hijos) a la puerta.
Ordenaban quizás
como aquel que conoce el trayecto
para casa.
Sonámbulas, repetidas:
ordenaban, ordenaban.
Algunas enloquecían
con paciencia a la puerta,
antes de entrar.
Entiéndelo: ordenaban
tan sin desorden
en esa espera
que algunas morían
inmediatamente a la puerta
nada más entrar.
A PRIMEIRA AVE
Ha um homem que atravessa a rua. Leva sacos às costas,
cordas
que interrompem a noite de outros homens que passam.
S o negros, mas rebentam a noite de outros pesos,
desfaz-se o corpo leve dos que n o regressam.
O homem diz: - E noite na cidade de onde venho.
S o negros os sacos do homem, pensam os outros.
É noite na cidade onde chegas, poderiam pensar.
De onde vens?
A cidade está presa nas palavras.
Ha uma rua atravessada pelo homem que diz: - A cidade
somos nós.
E há os que n o se transportara no dia, os que n o chegam
de noite à noite de outros. Os que n o se quebram na cidade
partida.
Os que dizem:
A cidade está presa na memoria.
Ha no entanto uma cidade no inicio: sem rua e sem noite
ponderada.
Sem costas. Que no lugar da torre, tem uma cratera,
que no lugar do caminho, tem um poço sem espelho.
Sem água. Que no lugar do relógio, tem o sol.
Que no lugar do homem, tem a primeira ave.
É uma cidade onde ninguém diz a verdade:
A cidade está presa.
LA PRIMERA AVE
Hay un hombre que atraviesa la calle. Lleva sacos a la espalda,
cuerdas
que interrumpen la noche de otros hombres que pasan.
Son negros, pero hacen estallar la noche de otros pesos,
se deshace el cuerpo leve de aquellos que no regresan.
El hombre dice: Es de noche en la ciudad de la que vengo.
Son negros los sacos del hombre, piensan los otros.
Es de noche en la ciudad de la que llegas, podrían pensar.
¿De dónde vienes?
La ciudad está prisionera en las palabras
Hay una calle atravesada por el hombre que dice: La ciudad
somos nosotros.
Y están los que no se trasladan en el día, los que no llegan
de noche a la noche de otros. Los que no se rompen en la
ciudad partida.
Los que dicen:
La ciudad está prisionera en la memoria.
Hay mientras tanto una ciudad en el inicio: sin calle y sin
noche cavilada.
Sin cuestas. Que en lugar de torre, tiene un cráter,
que en lugar de camino, tiene un pozo sin espejo.
Sin agua. Que en lugar de reloj, tiene al sol.
Que en lugar del hombre, tiene la primera ave.
Es una ciudad en la que nadie dice la verdad:
La ciudad está prisionera.
O PRIMEIRO HOMEM
Era um homem viciado na luz.
As mulheres que diziam "o homem, o homem"
levantavam-se ou levantavam os olhos
ofuscados e repetiam o homem
e apontavam confusas para dentro do olhar
do homem.
O homem achava estranho que elas
dissessem apenas isso: "o homem",
e um dia disfarçou-se de mulher
para se esconder da luz.
Da primeira solid o do homem
ninguém falou.
Ninguém repetiu
a primeira solid o do homem.
EL PRIMER HOMBRE
Era un hombre viciado en la luz.
Las mujeres que decían "el hombre, el hombre"
se levantaban o levantaban los ojos
ofuscados y repetían el hombre
y apuntaban confundidas hacia el interior de la mirada
del hombre.
El hombre encontraba extraño que ellas
no dijeran nada más que eso: "el hombre",
y un día se disfrazó de mujer
para esconderse de la luz.
De la soledad primera del hombre
no habló nadie.
Nadie repitió
la soledad primera del hombre.
ALGUÉM ME REPETIA
A voz é grave e rouca,
Na mesa ao lado, chora uma criança que n o conhece a
memória.
Ha uma voz quente que um dia me falou ao ouvido.
Dizia-me.
Tentava explicar-me os ventos, as marés,
o terno refúgio dos dias que est o longe.
Eu julgo que dormia aninhada, com os olhos brilhantes e o
coraç o atento.
Talvez tenha sentido uma m o leve a percorrer-me as costas.
Talvez devagar.
Fazia movimentos circulares. Talvez tentasse mostrar-me o
caminho.
Dizia-me.
Eu n o compreendi porque vivía como se recordasse já.
N o ha tempo para o presente quando se está fechado na
memória.
Disse.
N o vivia do passado. N o era isso que tentava dizer. Havia
em mim a certeza
da recordaç o futura - como a espiral de onde n o se sai.
A voz começou a delirar em círculos. Ofendidos talvez, os
círculos.
Eu estava no centro desse som que baixava como se a qualquer
momento
pudesse abater-se sobre mim. Sem me sufocar talvez.
Dizia. Dizia.
A linguagem tornava-se cada vez rnais estranha e imprópria.
Como nos sonhos em que se procura gritar
talvez agitasse os braços levemente.
Mas nenhuma voz nos cabe nas m os, nem nas palavras.
ALGUIEN ME REPETÍA
La voz es grave y ronca.
A un lado de la mesa, llora un niño que no conoce la memoria.
Hay una voz caliente que un día me habló al oído.
Me decía.
Me intentaba explicar los vientos, las mareas,
el eterno refugio de los días lejanos.
Considero que dormía refugiada, con los ojos brillantes y el
corazón atento.
Tal vez tenga sentido una mano ligera recorriéndome la
espalda. Quizás poco a poco.
Hacía movimientos circulares. Tal vez intentara mostrarme el
camino.
Me decía.
Yo no comprendí por qué vivía como si ya tuviera recuerdos.
No hay tiempo para el presente cuando se está encerrado en
la memoria.
Dijo.
No vivía del pasado. No era eso lo que intentaba decir. Tenía
dentro de mí la certeza
del recuerdo futuro - como la espiral de donde no se sale.
La voz comenzó a delirar en círculos. Ofendidos quizás, los
círculos.
Yo estaba en el centro de ese sonido que bajaba como si en
cualquier momento
se pudiera abatir sobre mí. Sin ahogarme quizás.
Decía, decía
El lenguaje se volvía cada vez más extraño e impropio.
Como en los sueños en los que se quiere gritar
tal vez agitara los brazos suavemente.
Pero ninguna voz nos cabe en las manos, ni en las palabras.
Eu habito a quente loucura do poema sólido que em mim se
concretiza.
Eu habito a quente loucura do poema sólido que em mim se
concretiza.
Alguém repetia.
Mas a voz era cada vez mais líquida e talvez n o coubesse
no poema.
As m os arrastavam o corpo para o lugar onde a minha solid o
talvez recordasse a voz. Dizia-me. Para que mais rápido se
interrompesse
o dia, para que mais rápido se recordasse
a vida. Eu ia rolando sobre a cama como uma criança em
direcç o ao abismo.
As m os voltavam a trazer-me para o centro do círculo.
No silêncio, perderia a consciência. S o sempre as vozes que
nos trazem
devolta. Talvez.
Era o dia em que me encostei à parede para olhar o círculo, a
voz, as m os.
Como se observasse aquela solid o.
E n o houve nada que me pudesse dizer. Talvez.
Yo habito la caliente locura del poema sólido que en mí se
hace concreto.
Yo habito la caliente locura del poema sólido que en mí se
hace concreto.
Alguien repetía.
Pero la voz era cada vez más líquida y tal vez no cupiera en
el poema.
Las manos arrastraban el cuerpo para el lugar donde mi soledad
tal vez recordara la voz. Me decía. Para que con más rapidez
se interrumpiera
el día, para que con más rapidez se recordara
la vida. Yo iba rodando sobre la cama como un niño en
dirección al abismo.
Las manos me volvían a traer para el centro del círculo.
En el silencio, perdería la conciencia. Son siempre las voces
las que nos traen
de vuelta. Quizás.
Era el día en que me arrimé a la pared para mirar el círculo,
la voz, las manos.
Como si estuviera observando aquella soledad.
Y nada hubo que decirme pudiera. Quizás.





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