Editorial Olañeta
	
					
					
						Colección Centellas, Número 0
					
					
					   Lugar de edición
					
					Palma de Mallorca, España
					
					
                    
					
					
					
						Fecha de edición  septiembre 2020  · Edición nº 1
					
					
					
						
						
							
						Idioma español
							
							
							
						
						
						
						
						
						
						
						
						
					
			    	EAN 9788497162685
					
						
						167 páginas
					
					
					
						
					
					
					
					
						Libro
                    
					
								
					
						Dimensiones 90 mm x 140 mm
					
					
						
Théophile Gautier, brillante figura del París del siglo XIX y activo creador, aportó obras maestras a las letras francesas. Se convirtió en un destacado crítico artístico y literario. Presentamos unos escritos que, con maestría literaria y un halo de misterio, nos introducen en uno de los ambientes más creativos e intensos del París del siglo XIX.
THÉOPHILE GAUTIER (Tarbes, 1811-1872) nació en el seno de una familia de clase media-baja con la que muy pronto hubo de instalarse en París. Estudió en el Lycée Louis-le-Grand y en el Lycée Charlemagne, donde se hizo amigo del poeta y novelista Gérard de Nerval. Sus predisposiciones naturales orientaban su vida hacia la pintura hasta que conoció a Victor Hugo, quien le inculcó su gusto por la literatura. Gautier asistió con entusiasmo al estreno de su drama Hernani en febrero de 1830. Durante esta velada, que pasaría a la historia literaria francesa, tomó partido por la fracción romántica que defendía a Hugo contra los partidarios del clasicismo. En ese mismo año aparecerá su primera colección de versos, financiada por su padre. En 1835, Honoré de Balzac le ofrece una colaboración con el periódico La Chronique de Paris. Gautier publicará en él (a menudo por necesidad) varios cuentos y críticas de arte. También colaborará con France littéraire y La Presse hasta 1855, consagrándose luego al periódico Le Moniteur universelle hasta su desaparición en 1868. Viajero infatigable, Gautier se declaró siempre fiel a las elecciones estéticas de su juventud, y, aunque su escritura evolucionase a la postre hacia el formalismo, siguió siendo romántica hasta el final. En las últimas décadas, la efervescencia de los estudios críticos en torno a su obra ha hecho justicia a un escritor admirado por autores de la talla de Mallarmé o Baudelaire (quien le dedicó Las flores del mal), pero también marginado por muchos de sus contemporáneos.
			
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