Stéphane Hessel, cuyo alegato contra la indiferencia contribuyó a desperezar las conciencias de miles y miles de indignados, proclama en ¡Comprometeos! la necesidad de comprometerse, desde la exigencia ética individual y con rechazo explícito a toda violencia.
A través de una vibrante conversación con Gilles Vanderpooten, desde los casi setenta años que los separan, Hessel propone medios a los jóvenes para la acción contra las injusticias, los abusos del poder del dinero y el atropello de los derechos humanos, y apela, por encima de todo, a evitar la tentación del derrotismo.
Resistir -afirma Hessel- no supone simplemente reflexionar o describir. Es necesario emprender una acción. No cabe otra alternativa que comprometerse y actuar, siguiendo el ejemplo vivo, apasionante y tenaz de Stéphane Hessel, una de las figuras que mejor ha conectado con las inquietudes de esta segunda década del siglo XXI.
Stéphane Hessel (Berlín, 1917-París, 2013), el diplomático germano-francés que dio nombre a la indignación, tuvo como padres a dos espíritus libres, el escritor de origen judío Franz Hessel y la pintora Helen Grund, que formaron con Henri-Pierre Roché el célebre trío que retrató Truffaut en Jules y Jim. Creció y se formó en París, desde donde, en 1941, viajó a Londres para unirse a la Resistencia del general De Gaulle contra la invasión nazi. Detenido y brutalmente interrogado por la Gestapo, fue deportado al campo de exterminio de Buchenwald, de donde logró salir tras intercambiar la identidad con un preso ya fallecido. Tras la segunda guerra mundial participó en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Su carrera diplomática le llevó a la Indochina francesa, Argel, Ginebra, y a asumir tareas de mediador en situaciones extremas, como en Burundi en 1994, en vísperas del genocidio en la vecina Ruanda. Una dilatada labor reconocida en 1981 con la dignidad de embajador de Francia. En sus últimos años alcanzó la fama internacional gracias a ¡Indignaos! (2011), un libro que canalizó el sentimiento popular y cuyo legado aún perdura. Entre sus obras están también ¡Comprometeos! (2011), las memorias Mi baile con el siglo (2011) y, junto al filósofo Edgar Morin, El camino de la esperanza (2012), todas ellas publicadas en Destino.
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