Editorial Cactus
Fecha de edición octubre 2011
Idioma español
EAN 9789872621933
672 páginas
Libro
encuadernado en tapa blanda
El último año tropecé con una cosa en la que no creía. Hablé mucho de cine, pero lo que tenía en la cabeza no era cine (...) lo que tenía en la cabeza era una clasificación de los signos, de ¡todos los signos del mundo!
Así presenta Deleuze este curso dictado entre fines de 1982 y principios de 1983, que se edita aquí por primera vez en castellano, en el cual el cine quedará subordinado a la titánica empresa de una clasificación general de las imágenes y los signos.
Pero el lector no debe olvidar que los signos son imágenes, y las imágenes bergsonianas no son subjetivas o psicológicas, no se distinguen de la cosa, de modo que estas clases se convertirán en un gigantesco curso de filosofía sobre el universo material y el tiempo. Filosofía del movimiento, de la percepción, de la acción, de los afectos, de la relación, del tiempo y del pensamiento.
Gilles Deleuze nació en París en 1925. Fue profesor de Filosofía en la Sorbonne y es autor de varios libros, entre ellos, Nietzsche y la filosofía, La filosofía crítica de Kant, Proust y los signos, Spinoza: filosofía práctica, La lógica del sentido, La imagen-tiempo y, en colaboración con Félix Guattari, El anti-Edipo, obra que le dio a conocer mundialmente y le convirtió en uno de los filósofos más polémicos de la década de 1960. <br> Deleuze es una figura clave de la filosofía posestructuralista francesa. Considerado empirista y vitalista, su obra, que se basa en conceptos como la multiplicidad, el constructivismo, la diferencia y el deseo, se aleja sustancialmente de las principales tradiciones del pensamiento continental del siglo xx y le sitúan como una figura influyente en las consideraciones actuales sobre la sociedad, la creatividad y la subjetividad. <br> Deleuze escribió sobre Spinoza, Nietzsche, Kant, Leibniz entre otros, entre los que también contaban autores y obras literarias, el cine y el arte. Deleuze afirmaba que no escribía sobre arte, literatura o cine, sino que emprendía encuentros filosóficos que le llevaban a nuevos conceptos. Como constructivista, era categórico al afirmar que los filósofos son creadores y que cada lectura de la filosofía, o cada encuentro filosófico, debería inspirar nuevos conceptos.
|