Editorial Cactus
Lugar de edición
Buenos Aires, Argentina
Fecha de edición septiembre 2016 · Edición nº 1
Idioma español
EAN 9789873831119
352 páginas
Libro
encuadernado en tapa blanda
Este libro, el último que quedaba por publicar del gran filósofo del siglo por-venir, continuidad de los volúmenes titulados "La isla desierta" y "Los dos regímenes de locos", se compone de tres tipos de textos compilados y preparados por David Lapoujade.
Por primera vez se publican cartas de Gilles Deleuze, con corresponsales de la talla de Michel Foucault, Pierre Klossowski, François Chatêlet, Félix Guattari, Clément Rosset, entre otros. El asunto de la amistad, ese juego de las distancias, el trabajo en común, la búsqueda del maestro, la admiración, las rupturas, la salud, la muerte, la labor del pensamiento, todo esto se pone en juego en este epistolario sin respuestas, ya que Deleuze no conservaba ninguna de las cartas que se le enviaban.
Gilles Deleuze nació en París en 1925. Fue profesor de Filosofía en la Sorbonne y es autor de varios libros, entre ellos, Nietzsche y la filosofía, La filosofía crítica de Kant, Proust y los signos, Spinoza: filosofía práctica, La lógica del sentido, La imagen-tiempo y, en colaboración con Félix Guattari, El anti-Edipo, obra que le dio a conocer mundialmente y le convirtió en uno de los filósofos más polémicos de la década de 1960. <br> Deleuze es una figura clave de la filosofía posestructuralista francesa. Considerado empirista y vitalista, su obra, que se basa en conceptos como la multiplicidad, el constructivismo, la diferencia y el deseo, se aleja sustancialmente de las principales tradiciones del pensamiento continental del siglo xx y le sitúan como una figura influyente en las consideraciones actuales sobre la sociedad, la creatividad y la subjetividad. <br> Deleuze escribió sobre Spinoza, Nietzsche, Kant, Leibniz entre otros, entre los que también contaban autores y obras literarias, el cine y el arte. Deleuze afirmaba que no escribía sobre arte, literatura o cine, sino que emprendía encuentros filosóficos que le llevaban a nuevos conceptos. Como constructivista, era categórico al afirmar que los filósofos son creadores y que cada lectura de la filosofía, o cada encuentro filosófico, debería inspirar nuevos conceptos.
|