Editorial Booket
	
					
					
						Colección Divulgación, Número 1
					
					
					
					
					
					
					
						Fecha de edición  julio 2012  · Edición nº 1
					
					
					
						
						
							
						Idioma español
							
							
							
						
						
						
						
						
						
						
						
						
					
			    	EAN 9788408007067
					
						
						112 páginas
					
					
					
						
					
						Libro
						
							encuadernado en tapa blanda
						
						
						
						
					
					
					
						
					
					
					
								
					
						Dimensiones 125 mm x 190 mm
					
					
						
Este es uno de los libros más inteligentes y divertidos que se hayan escrito nunca. Parodia de divertissement dieciochesco, juega con la paradoja y el absurdo para construir una auténtica metodología del ridículo. En la primera parte del libro, El papel de las especias en el desarrollo económico de la Edad Media , Cipolla razona con una argumentación paródica de los estudios de historia económica más sesudos y utiliza, con aparente seriedad, fórmulas cliométricas deliciosamente absurdas para llegar a las más estrafalarias relaciones de causa a efecto. En la segunda parte, Las leyes fundamentales de la estupidez humana , se usa un modelo matemático parecido a los de la sociología, con gráficos de dispersión incluidos, para enunciar esas leyes, que demuestran cuán abundante es el número de estúpidos que nos rodean y cuán grande su poder.
Carlo M. Cipolla (1922-2000) ha sido uno de los mayores historiadores del siglo xx. Catedrático de Historia económica en las universidades de Pavía y Berkeley, es autor, entre otros libros, de Entre la historia y la economía (1991), Allegro ma non troppo (1992), Contra un enemigo mortal e invisible (1993), El gobierno de la moneda (1994), La odisea de la plata española (1999), Las máquinas del tiempo y de la guerra (1999), Historia económica de la Europa preindustrial (2003), Pequeñas crónicas (2011), y Las leyes fundamentales de la estupidez humana (2013), todos ellos publicados por Crítica. En 1995 le fue otorgado el Premio Balzan por sus contribuciones a la Historia de la ciencia.
			
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