Editorial Edhasa
Lugar de edición
Barcelona
Fecha de edición enero 2017 · Edición nº 1
Idioma español
EAN 9788435091565
Libro
Dimensiones 115 mm x 190 mm
La figura de Diego de Torres Villarroel ha quedado hasta cierto punto ensombrecida por otro de los grandes talentos de su tiempo, Quevedo, pero aun teniendo algunos puntos de contacto (la agudeza, la pericia verbal, la dureza en el sarcasmo), Torres Villarroel es un hombre de una mayor amplitud de conocimiento de ambientes y mundos más heterogéneos, lo que le permite centrar su mirada en todos los escalones y aspectos de la sociedad de su tiempo, y, por ende, de la naturaleza humana. Junto a un estilo brillante, imaginativo y conciso, parte del atractivo de este libro es la amplitud de mirada que pone de manifiesto.
Torres Villarroel no sólo es uno de los clásicos indiscutibles, sino que es uno de los forjadores de la prosa literaria en nuestra lengua.
Ramón Andrés, poeta que ha llevado a cabo la selección, pone de relieve el modo en que Torres Villarroel jugaba con la lengua, sin olvidar aquellos pensamientos y agudezas que caracterizan su obra como pensador
Diego de Torres Villarroel nació en Salamanca en 1694 y, a pesar de su vida andariega y cortesana, estuvo estrechamente vinculado a su ciudad natal, en particular a la Universidad. Hijo de librero, su padre lo empujó a la vida eclesiástica, que solo abrazaría en la madurez. A los veinte años se escabulló a Portugal y en 1718, ya de regreso, se graduó de bachiller en Artes y empezó su desempeño universitario. Ese mismo año publicó el primero de sus almanaques astrológicos, género que cultivaría de manera constante hasta 1766, casi siempre con el pseudónimo de Gran Piscator de Salamanca, y que le procuró fama, influencia y notable rédito económico. Residió en Madrid entre 1720 y 1726 y se relacionó con los principales círculos cortesanos. Durante esos años amplió y completó estudios médicos, pero no llegó a ejercer nunca esa profesión. Ganó la cátedra de Matemáticas a finales de 1726, aunque regresó reiteradamente a Madrid. En 1731, tras un episodio polémico que lo llevó a Francia, fue desterrado a Portugal, donde permaneció hasta su perdón a finales de 1734. En 1745 se ordenó de sacerdote. Como escritor, exploró géneros tan diversos como la poesía, el teatro, la hagiografía, la literatura epistolar, la devota, el ensayo, el tratado científico, la narrativa de ficción o el costumbrismo. En 1752 recopiló sus obras en catorce volúmenes de suscripción pública, encabezada por la familia real. Tras su jubilación de la Universidad siguió colaborando con esta y fue administrador de las propiedades de los duques de Alba en Salamanca, donde murió en 1770.
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