ESCRITO EN UN INSTANTE 17 de junio de 2013

Fui a PASAJES sin mucha esperanza de encontrar el Voyage en Orient, de Flaubert, que había buscado sin éxito en librerías grandes de Madrid -creo que hay una edición española-, y allí estaba, reclamándome con su portada atractiva, en el centro de la sección de literatura en francés. Pero me vi rodeado de las habituales tentaciones, de las sorpresas del azar, y no pude resistirme. Si en vez del vicio sin castigo de la lectura tuviera alguno más dañino llevaría años en curas de desintoxicación. Vi un libro de Philip Ball que no conocía, Curiosity, una historia del despertar de la curiosidad científica en el siglo XVII, y cuando ya iba hacia la caja con mis dos hallazgos me llamaron la atención los Cuadernos de Rusia de Dionisio Ridruejo, la nueva edición a cargo de Xosé M. Núñez Seixas que acaba de sacar Fórcola. Casi a punto de pagar descubro otra portada: Un viaje a la Antártida, de Sergio Rossi. La palabra viaje y la palabra Antártida tienen un efecto irresistible sobre mí. De modo que salgo de la librería con un libro que iba buscando y tres más inesperados, y me doy cuenta, en el metro, hojeando mi botín, que tres de ellos son historias de viaje: el de Flaubert, escrito con la desvergüenza del que no planea una publicación, el de Dionisio Ridruejo con la División Azul, el del biólogo marino Rossi hacia los límites helados del mundo. Sobre este último, tan apasionante de leer como una novela de Verne a los doce años, acabo de escribir mi crónica del sábado. Y ahora ando entre la tentación de Philip Ball y la de Ridruejo, y el de Flaubert ya lo tengo golosamente empezado…

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