Editorial Folio-Gallimard
Fecha de edición junio 1973 · Edición nº 1
Idioma francés
EAN 9782070363285
160 páginas
Libro
Dimensiones 108 mm x 178 mm
Empruntant son sujet aux tragiques mystères des maisons d'Autriche et de Bavière, Cocteau met face à face une reine, veuve, vierge et déjà virtuellement morte, et son assassin, un jeune poète anarchiste venu pour la tuer, et qui est pour elle la mort qu'elle attend. Leur destin est donc scellé d'avance. Mais il se trouve que l'assassin est le sosie du roi tant aimé, et il ne veut tuer la reine que parce qu'il l'a de loin depuis toujours aimée...
Jean Cocteau (Seine-et-Oisc, 1889 París, 1963) fue una de las figuras principales de la cultura francesa del siglo XX. Se expresó sobre todo como escritor, pero sus inquietudes nunca se vieron satisfechas con una sola actividad, ni tampoco con un único estilo. Brillantísimo polímata y genuino camaleón, Cocteau fue transitando desde sus comienzos románticos hacia el experimentalismo de una literatura que se quería la respuesta adecuada al cubismo pictórico. De un modo u otro, el francés siempre se situaba en primera fila de lo que podía considerarse la vanguardia, cuando no era su propia obra la que generaba esa actitud de avanzadilla estética. Se aprecia en su labor poética el encandilamiento con la palabra y su sonoridad: Poésies (1920), Opéra (1927), Clair-Obscur (1954). Pero si su dimensión poética puede acaso denotar un cierto gusto por el refinamiento extremado, no ocurre lo mismo con sus novelas, como Le Potomak (1919), Thomas limposteur (1923) y, muy especialmente, Les enfants terribles (1929). La relación con el teatro dio otro tipo de obras, dramas, argumentos de ballet, libretos de ópera... Cocteau colaboró de una u otra forma con varios de los compositores más grandes de su época: Satie, Poulenc, Stravinski. Como autor de dramas, sus obras que más huella han dejado en el teatro moderno son, probablemente, Les parents terribles (1938) y Les monstres sacrés (1940). Como cineasta, su filmografía es fecunda en ideas e influencias, y al menos dos de sus películas se alzan como auténticos clásicos: La belle et la béte (1945) y Orphée (1949).
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